El cielo de una noche de verano

 El cielo de una noche de verano


Dicen los sabios que el Cielo de Salamanca fue el reto de un artista por retratar un momento astronómico, como se retrataba un instante religioso o doméstico. Ese artista fue Fernando Gallego y ese instante fue el cielo salmantino el verano –afirman que agosto—de 1475. Primero fue el artista y luego llegaron historiadores y matemáticos para descifrar qué diablos representaba esa reunión de astros, que un día decoró la bóveda de la primera biblioteca universitaria. ¡Quién podía leer bajo ese cielo! ¡Y qué! La biblioteca se hizo capilla y naturalmente ese cielo también desviaba la atención de crucificados, vírgenes, mártires, santos, santas, padres de la Iglesia, profetas… Se ocultó. El descubrimiento y traslado da también para un librote. Ayer nos explicaron que Rafael Laínez Alcalá bautizó la joya en 1951, cuando impartía doctrina de Historia del Arte en Salamanca y se dejaba llevar por los detalles, de los que a veces hacía poesía: “Al caballito unicornio/ de la veleta de San Martín/ le digo todas las noches, / Salamanca, / que estoy loquito por ti”. El caballito existe. Aún. Decora la veleta de la iglesia de San Martín, que ha estado durante muchos años más inclinada que la Torre de Pisa y algunos esperábamos lo peor. Existe aún, digo, porque no encuentro por ningún lado al San Jorge lanceando al dragón, que coronaba la aguja de la iglesia de San Juan de Sahagún. Habrá una explicación, supongo. Creo que don Rafael hubiese disfrutado con el libro sobre este Cielo escrito por el profesor Eduardo Azofra, que sigue preguntándose si logró averiguar todo lo que hay detrás de esa conjunción de astros. Lo mismo que se preguntan los que le han buscado sentido a la Fachada de la Universidad de Salamanca, desde Cirilo Flórez a Paulette Gabaudan o Pablo Andrés Bravo, pasando por Benjamín García Hernández o el siempre añorado Luis Cortés.

Frente a la puerta de acceso a la sala que custodia esa reliquia universitaria, que es el Cielo de Salamanca, en las Escuelas Menores, se abre hoy una exposición pictórica que permite ver de cerca, nuevamente, ese Cielo y sus detalles. Antes de la llegada de la pandemia, en abril de 2018, disfruté de ello y hasta me hice una foto con el sol a mis espaldas. Hace poco mencioné a ese sol en un texto sobre el verano, que tiene como símbolo el sol. Dos sabios, pero sabios de verdad en lo suyo, José María Frías y Carlos Tejero Prieto, comisarian esta muestra que insiste en un año celestial y universitario, que obliga a mirar arriba, abriéndose paso entre la contaminación lumínica para ver el auténtico cielo que inspiró a Gallego. El cielo de nuestro Abraham Zacut y otros astrónomos universitarios. El profesor Tejero se atrevió a descifrar el Cielo de Salamanca con sus cinco constelaciones zodiacales, tres boreales y seis australes además del Sol y Mercurio. El dios Mercurio tiene escultura en Salamanca, la dedicada al Empresario, obra de Gabriel Sánchez Calzada, que ocupó el lugar del busto de Bretón, que fue una estrella musical en su momento. Tras la exposición en las Escuelas Menores, creo que llegará la hora de subir al cerro de San Vicente a sentir y ver de cerca las estrellas que ayer fueron soles. Otra actividad más de este año celestial y universitario, en el que volvemos a ver estudiantes extranjeros por nuestras plazas y calles con sus pieles blancas, pero también con otras tirando a negras o directamente negras. No se imaginan qué supone su visión después de estos dos años pandémicos.

Alguien con imaginación tiene que inventar un cuento que tenga al Cielo de Salamanca como protagonista o escenario, e ir a contarlo a la Casa de las Conchas, como hacen estos días Paulo Condessa, Javier Romanos y Carlos Ortiz Patillo, y nuestros Kamaru. Si tuvimos jazz en Santo Domingo con la Big Band de la Universidad de Salamanca recordando al Cielo de Salamanca, por qué no vamos a tener cuentos suyos. Y si tenemos a los de Etón Teatro con González Quesada al frente recordando a Nebrija en su faceta, digamos, menos académica y más gamberra, por qué no una obra teatral sobre el Cielo. Las artes escénicas a su servicio, como un día estuvieron la pintura y las ciencias. De hecho, hoy la ciencia sigue estándolo, y por eso sabemos que el Cielo de Salamanca fue más que el sueño de una noche de verano.



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