Vivir sin hacer daño a los demás

 Vivir sin hacer daño a los demás


En medio de la algarabía y el orgullo por el triunfo de Rafa Nadal -uno más a sumar en su palmarés de mejor deportista de todos los tiempos-, leo con tristeza las noticias que se publican en torno a la separación de Shakira y Piqué. Y yo, que le tengo mucha más simpatía a ella que a él, y desde la presunta solidaridad femenina, devoro, sin poder evitarlo, las informaciones sobre el motivo de la ruptura y las presuntas conductas desleales del futbolista hacia la madre de sus hijos.

Y luego me avergüenzo. Sí, lo hago, porque resulta que siento que, como a todos, ese llorar de los más favorecidos me interesa más que ninguna otra cosa (por cierto, ¿se han dado cuenta de que el interés por la guerra de Ucrania quedó opacado de manera instantánea, en el mismo momento que Johhny Depp y Amber Heard empezaron a pleitear en los tribunales?); y que lo sigo casi con devoción. Es como si el lagrimeo de los ricos, aunque sea desde la pena improvisada, consolara al resto de la mala suerte de no serlo.

Creo que, hasta el mismísimo Rafa, que es el Dios más reconocible de los españoles, sería desmenuzado por la población, en el mejor de los casos con el ánimo de acompañarle en su pena y en el peor con el de criticar a los protagonistas si rompiera (la providencia no lo quiera), con su esposa.

Las rupturas venden más que las bodas, en un país como el nuestro donde cualquiera al que le va bien en la vida está señalado por la sospecha. Supongo que tiene que ver mucho con la religión. “Bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos…“A los otros, a los ricos, que les dé la eternidad, ya que la vida efímera les ha resultado regalada. Así se ve desde el cristianismo y desde la cultura latina; desde la anglosajona y el calvinismo solo aquellos a los que le va bien en la tierra son los elegidos de Dios. Y a los otros, que les parta un rayo. En fin.

Retomando esa “maldad inocente” que se destila en el seguir las tragedias de los que siempre parecieron más felices, por su éxito, su dinero o su talento, resulta inevitable que emerja de todos nosotros en alguna circunstancia. Son tan pocos los que celebran los buenos momentos ajenos y tantos los que gozan de los dramas de los demás que parece difícil que nos libremos de ese sentimiento amarillo y repugnante que es la envidia. Sin embargo, quienes viven sin ella gozan de lo mejor que una persona puede poseer, que es la paz interior. Hoy leía una curiosa definición de “Inteligente “, que decía que lo es la persona que sabe leer por dentro.. Yo creo que lo es más aún quien sabe vivir sin anhelar lo de los otros y sin hacer daño a los demás. Enhorabuena, Rafa. Y ánimo, Shakira. Y también Piqué. Dicho sea todo desde el corazón.



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