Garcibuey: del estanque de la Palla a los murales de sus calles

La fundación de Garcibuey, como de otros muchos municipios salmantinos, se dio dentro del proceso de repoblación llevado a cabo por el rey Alfonso IX de León a inicios del siglo XIII, cuando este monarca creó el concejo de Miranda del Castañar en cuyo alfoz quedó integrado Garcibuey, dentro del Reino de León. Con la creación de las actuales provincias en 1833, Garcibuey fue incluido en la provincia de Salamanca, dentro de la Región Leonesa.

En el transcurrir de los años, quizás el hecho más significativo de la era moderna de este municipio serrano fue la construcción del estanque de la Palla entorno a 1940; una empresa arriesgada en el plano económico, pues era la posguerra española, pero también en el plano técnico, por la orografía de la zona.

Con dicha construcción se dotó al municipio de agua para poder regar las zonas agrícolas, puesto que los pozos se secaban en los años de sequía. Hay que tener en cuenta que tanto en aquellos años, como incluso en la actualidad, la agricultura es parte del desarrollo del municipio.

Por ello, en los años 40 se decidió realizar, con mano de obra voluntaria y una pequeña subvención del Estado, un depósito de riego con capacidad de 3.000 metros cúbicos, en la zona conocida como el Collado de la Palla. Esta obra representa el seguro de riego para todo el término y, en la actualidad, sigue funcionado y facilita el agua de consumo humano al pueblo. Además, el estanque se ha convertido en una zona turística por excelencia durante el verano, ideal para pasar las tardes calurosas.

Y si el estanque fue elemento de desarrollo para los vecinos desde su creación, y ahora sirve de atracción turística, en 2019 se creo otra iniciativa que ha puesto al municipio en el mapa de los lugares a visitar dentro de la Sierra de Francia, gracias a su Certamen de Pintura en el Medio Rural ‘Graffitibuey, hay futuro’, que ha dotado al municipio de murales de gran tamaño que representan tanto el medio de vida del municipio -la agricultura, a través de pinturas en las que están presenten las cerezas o las uvas- como sus costumbres, gracias a un mural que reproduce una procesión con el Cristo del Humilladero de 1945, en homenaje a las danzarinas de aquellos tiempos. No falta, además, una alusión a las diferentes generaciones de Garcibuey con un mural en el que se puede ver a dos jóvenes del propio pueblo hablando con una de sus vecinas mayores.

De esta forma, una veintena de murales repartidos por todo el casco urbano, llegando incluso hasta los depósitos del agua, forman una ruta urbana de apenas 3,5 kilómetros, a la que se ha sumado la escultura de un buitre realizada con elementos metálicos en desuso.