Las querellas del ciego de Robliza

 Las querellas del ciego de Robliza


Con frecuencia se ha oído hablar de “Las querellas del ciego de Robliza”, pero a lo más que se llega es a que con ese romance fue embromado don Miguel de Unamuno por parte de don Luis Maldonado, sin que se conozca la génesis de tal broma.

Unamuno a todas horas leía a sus compañeros de tertulia versos del poema popular gauchesco “Martín Fierro”, quejándose de que en España no hubiera quien se le pareciera. Ante tanta insistencia Luis Maldonado dice al grupo de amigos que iba a componer un “Martín Fierro” charro para pegársela con él, se fue a casa, en el corralón de los Carmelitas de la calle de Zamora y en una noche, de un tirón y con la ayuda de su cochero Ramón Reyes Pérez, le salió del alma la primera parte de las “Querellas”. Para “vestir el muñeco” ante Unamuno solo tuvo que presentar las credenciales de su criado, gran conocedor de tonadas y romances de la tierra que tenía manuscritos por él mismo y que ayudó a don Dámaso Ledesma con los de “Gerineldo”, “La Condesita”, y “Los Mozos de Monleón”, cuya parte literaria está recogida en la voz de Ramón Reyes, en Robliza de Cojos, de donde era natural. Ramón Reyes es de nuevo el informante del investigador César Morán Barden en su obra “Poesía Popular Salmantina. Folklore”. (Ramón Reyes era hermano de Elvira, mi abuela materna, que fallece el 30/01/1929 y Ramón 12 días más tarde). Maldonado, para hacer más verosímil el romance hace la concesión de citar los pueblos del entorno: “Canillas, Pagos, Calzada, / La Cabeza, Quejigal, / Carnero, Cojos, Robliza, / Carreros y la Enajara”.

Dice Unamuno: “Mi amigo Maldonado me vino con la buena nueva de haber topado a un Martín Fierro charruno, de haber descubierto en este hermoso campo de Salamanca, en plena charrería, en Robliza en fin, un ciego autor de unos cantares que había él recogido de boca de su criado. Acto seguido me leyó el romance del ciego, sacándome de mis casillas, bien es cierto que llovía sobre mojado… Sin ponerlo al igual del Martín Fierro, eso no, me deshice en elogios al ciego y sus querellas, emprendiendo al punto la tarea de persuadir a Maldonado de la importancia de su descubrimiento y de la excelencia del romance. Cuando Maldonado me vio más exaltado, sonrió con aire de triunfo, me miró y me dijo: Pues mire usted, no hay tal ciego de Robliza, es una broma que he querido darle, el ciego soy yo”.

Se encarga Unamuno de prologar la publicación en marzo de 1894 y en él nos dice: “Hubo quien propuso se jugara al público la misma pasada que a mí… pero se optó por publicar las querellas en edición numerada, no vendible, y destinada a ser repartida entre los amigos y gentes de buen gusto y discreción probada”.

En justa reciprocidad Unamuno dedica un romance a Luis Maldonado, que finaliza: “¡Oh, buen ciego de Robliza / que te brotaron del alma / como de una fuente viva, / del tío que llevas dentro, / del otro ciego con vista!”.

Ramón Menéndez Pidal dice a Unamuno: “Muchas gracias por su nuevo favor enviándome las Querellas del ciego de Robliza, que tanto deseaba poseer por sus versos, por su prosa y por su lenguaje”. Su extensísimo “Romancero” en el que aparece la versión de “Los Mozos de Monleón”, recogida en 1901 por Luis Maldonado, no aparece hasta 1935.

El 25/09/2013 mi maestro don Estella imita el habla de las Querellas en un romance, que termina: “Al de Robliza imitar / quiero mi copla cantando, / que quedó ciego y decía: / Ahora vivo querellando / consuélame el querellar”.



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