Los años de sangre y plomo

 Los años de sangre y plomo


No me gusta recordar que en mi país y tras la muerte de Franco —es decir a partir del fin de la dictadura— ETA mató más que nunca y de una manera tan inclemente como la de cualquier malvado o incluso más, porque la justificaba en “altos fines ideológicos”. No justifico el terrorismo ni en tiempos de opresión, pero puedo comprenderlo. O al menos intentarlo. Cuando esa opresión desaparece, cuando hay democracia, vías de diálogo, voz del pueblo y libertad, los terroristas no son más que pistoleros que sacan el rédito de la sangre y encima pretenden engañar, arropando la muerte con mentiras. Durante años —muchos— nos acostumbramos a vivir con el miedo de saber que podíamos volar por los aires sin tener nada que ver con la política; que era factible que nuestros seres queridos, comprando o paseando, se quedaran sin brazos o sin piernas solo porque “pasaban por allí”; que cualquiera que trabajara en el País Vasco podía ser extorsionado y volverse colaborador de toda esa sangrienta ignominia, para proteger a su familia… Que pertenecer a las Fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado conllevaba una cruz en la espalda donde hacer diana, pero que se podía ser conductor de autobús y correr el mismo riesgo… Recuerdo salir fuera de España a finales de los 80 y en los 90 y tener que responder sobre cómo éramos capaces de hacer una vida normal en un país donde silbaban las balas y las bombas eran una constante. Tampoco me olvido de que tenía que aclarar que ETA no defendía la libertad de nadie y que era más que una banda mafiosa de delincuentes sin compasión, sobre todo porque en su propia tierra chica, en el País Vasco, tenían sembrado el terror, con su “dictadura del independentismo”, que tantos abrazaban, a cambio de no ser señalados y amenazados. Francia acabó por comprender, por su propia sangre vertida por ETA. No sé si lo hizo del todo Estados Unidos. Llevamos muy pocos años sin atentados. Si no me falla la memoria, el primer año de democracia sin sangre de ETA fue el 2011. Y quiero insistir en que los etarras mataron a muchas más personas después de Franco que antes… Y no es un dato baladí. Creo que la muerte de Miguel Ángel Blanco dejó al descubierto la verdadera cara de ETA. Y creo también que su hermana, que vive con aquel episodio en el recuerdo, como todos, pero en carne familiar, dice en voz alta lo que muchos pensamos: “Que no es ético ni moral pactar con quienes no condenan el terrorismo de ETA”. ¿España y Euskadi “países libres”? ¿Dos, presidente Pedro Sánchez? ¿Y usted gobierna en los dos o solo en uno? Pactar, hablar… Sánchez haría cualquier cosa por quedar bien con sus socios.



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