Diario de un reinfectado

 Diario de un reinfectado


Que alguien pare el tiovivo que me bajo. Me estoy mareando con tanto bucle pandémico y tanta marejada. Sin traje de neopreno para surfear ola tras ola, sin tabla, ni espuma, ni olor a mar. El covid huele a sudor y tiritona nocturna, a pañuelo pegajoso, a paracetamol y a prueba de antígenos. Tengo los orificios nasales con complejo de hangar del Área 51, en el que entra todo tipo de objeto en busca de lo desconocido. Lo confieso, soy un reinfectado.

En mi cartilla del coronavirus tengo el completo. A las dos infecciones, en enero y julio, le sumo las tres vacunas de las buenas, ‘las Schiffer esas’ como diría la paisana. Si el Sacyl fuera mi banco de hace unos años me regalaría unas sartenes antiadherentes por rellenar la cartilla de puntos. Ahora me cobrarían una comisión por contagiarme. El caso es que incluso con la barra de anticuerpos en niveles óptimos es imposible escapar al maldito bicho.

Y así anda media Salamanca y tres cuartos del país. Lanzados al frenesí estival al ritmo de ‘covid is in the air’, versionando ese temazo de John Paul Young tan apropiado para los amaneceres de ojeras y sonrisas. Las autoridades ni pueden ni quieren frenar la rueda del consumo veraniego porque no está la economía como para derrapes de ningún tipo, así que todo se queda en la recomendación de ponerse la mascarilla. Y ahora que vamos de camino de los 40 grados, no hay perspectiva más alentadora y refrescante que verse todo el día con el trapo en la boca.

Las empresas van con la soga al cuello, capeando bajas y vacaciones como pueden. Con la moneda a San Pancracio para que alguno de sus trabajadores no pronuncie la temible frase: ‘Me pica un poco la garganta’. En los centros de salud y hospitales no les salva ni todo el santoral porque les ha vuelto a pillar el toro en mitad de la curva de Estafeta. Hay más de 1.200 profesionales contagiados en Castilla y León, la mitad de las plantillas tostándose vuelta y vuelta al sol, y lo más probable es que cuando usted vaya al consultorio de su pueblo o al centro de salud es que se encuentren un cartel con letra cursiva: ‘Vuelva tras las vacaciones’. A quién se le ocurre ponerse enfermo con este percal.

Y ahí va el consejero de Sanidad, con cangrejeras y camiseta de tirantes, por la ribera del Tormes mirando debajo de las piedras a ver si encuentra a algún médico o enfermera. Le deseo mucha suerte. Estoy por pasarle el currículo porque como reinfectado ya tengo el máster en Covid. O no.



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