Así fue la última corrida de toros celebrada en la Plaza Mayor de Salamanca

 Así fue la última corrida de toros celebrada en la Plaza Mayor de Salamanca


No llegó a ser el año de los prodigios que vivimos en Salamanca en 2002 pero sí resultó un buen anticipo. A aquella gran fiesta nacional que fue la España’92, con los Juegos de Barcelona, el V Centenario del Descubrimiento de América y la Expo 92, Salamanca aportó la Feria Universal Ganadera y, en este contexto, la última corrida de toros que se ha celebrado en la Plaza Mayor. Más allá del resultado taurino del festejo o de la repercusión mediática, treinta años después aún se recuerda la polémica con la que se vivió la instalación de aquel enorme mamotreto.

Justo el mismo día que el rey Juan Carlos I inauguraba la Exposición Universal en Sevilla, a FUG presentaba en Salamanca la que sería conocida como Corrida Iberoamericana del Centenario. Con un presupuesto —que finalmente se dispararía — de 25 millones de pesetas, los diestros César Rincón, Víctor Mendes y en principio “Capea” (luego sustituido por Ortega Cano) llevarían la imagen del principal monumento de Salamanca al mundo en una corrida televisada el 13 de junio.

La Corrida Iberoamericana del Centenario generó controversia y resultó deficitaria, pero la imagen de Salamanca se vio por todo el mundo hispano.

El proyecto ilusionó a muchos y despertó las críticas de otros tantos. El ágora no estaba para esos trotes. ¿O sí? El 14 de mayo la Comisión Territorial de Patrimonio autorizaba el festejo para unas 3.500 localidades y cuatro días después, el dibujo de una gran circunferencia amarilla sobre el pavimento de la Plaza comenzaba a delimitar el recinto.

Los hosteleros vieron peligrar sus terrazas en la provechosa primavera y se organizaron para pedir información y solicitar compensaciones por las presumibles pérdidas. El Grupo Municipal Popular, entonces en la oposición a la Alcaldía de Jesús Málaga (PSOE) en coalición con el CDS, denunciaba el uso del recinto monumental para “un proyecto elitista con carácter cerrado”. “La Plaza —según el portavoz Pedro Grijalba—es un espacio público que debe estar al uso y disfrute de los ciudadanos”.

En los días en que se retrasaba la apertura de la Casa de las Conchas, el astronauta aterrizaba en la Portada de Ramos de la Catedral, el Tenerife de Valdano quitaba la Liga al Madrid para entregársela al Barça e Induráin ganaba el primer Giro español, en la Plaza crecía una estructura metálica anular de más de 10.000 piezas, entre abrazaderas, tubos, cuerpos de andamio, peldaños y barandillas, llegados en ocho trailers. Solo las fachadas del Ayuntamiento y el Pabellón Real quedarían visibles a las cámaras. La plaza dentro de la Plaza tendría una barrera circular de 40 metros de diámetro y una altura de 1,60 m. Una tela protegería los sumideros bajo los 800 toneladas de arena de albero. Todo previsto.

Pero los hosteleros de la Plaza no lo veían claro. Aquello no era lo que les habían vendido. El 7 de junio, a menos de una semana de la corrida, iniciaban una recogida de firmas pidiendo la suspensión de la licencia e indemnizaciones para los afectados. Muchos vecinos consultados por LA GACETA se hacían cruces al ver las dimensiones de aquello, desde el recordado poeta Adares al mendigo más conocido de la época. José Luis Guitián, ingeniero que coordinaba la construcción para la empresa promotora, veía “irracionales” las críticas tan furibundas y apelaba a la seguridad de la estructura y a los seguros firmados para tener todo previsto.

Los taurinos parecían los más entregados a la causa. Se pusieron a la venta 4.300 entradas, 800 más de las previstas en principio: había que evitar que el negocio fuese ruinoso. El 40% volaron el primer día, en su mayor parte las más baratas de 7.000 y 10.000 pesetas, las filas mas altas. Las de Barrera salieron a 12.000.

Salieron a la venta 4.300 entradas, 800 más de las previstas en principio: el 40% volaron el primer día

En la última semana de la cuenta atrás, las aguas se fueron apaciguando. Los hosteleros fueron informados de que quedarían exentos de pagar durante cerca de un mes las tasas por la ocupación de la vía pública de sus terrazas. Once negocios afectados recibirían compensaciones entre 50.000 y 100.000 pesetas.

El 13 de junio de 1992 a las 10 de la noche, millones de telespectadores del mundo hispano pudieron admirar la Plaza Mayor de Salamanca en una corrida extraordinaria. No por el juego que dieron los toros de Sepúlveda, a los que “faltó casta y sobró mansedumbre”, ni por la actuación de los diestros (Mendes cortó dos orejas). Los críticos atizaron la aburrida retransmisión de TVE y en el juicio popular del día siguiente, hubo división de opiniones.

El balance económico que reveló después la FUG arrojó un déficit de 20 millones: de los 89 presupuestados, TVE aportó 34, otros 20 los patrocinadores y 15 la venta de entradas. Pero de eso pocos se acuerdan, y sí de una Plaza Mayor engalanada en un día histórico.



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