Siempre en alta mar

 Siempre en alta mar


La gala del Centenario de LA GACETA y el fallecimiento del cocinero Víctor Salvador han marcado la semana y casi coincidieron en el tiempo. Salvador, Chef Víctor, fue, como muchos salmantinos, protagonista de estas páginas por su talento; desde la inauguración de su casa, Chez Víctor, en 1977, a su primera estrella Michelín, en 1983, que nos colocó en el mapa de la Gastronomía nacional, a su cierre en 2010. Recuerdo sus nervios cuando la “Michelín” iba a anunciar sus estrellas y celebraciones maravillosas en su local, sede habitual del festejo que cerraba una tesis doctoral. Víctor fue un maestro capaz de deslumbrar con un plato complejo de verduras, una sopa de cebolla o unos sencillos —¿de verdad eran sencillos?— callos, que hacía maravillosamente. Un maestro que compartió su conocimiento con otros cocineros, especialmente si eran aprendices, y un rugbier que disfrutaba con Gales, seguramente por influencia de Ignacio Berdugo, otro reconocido “carbonero”. Nunca entendió que uno fuese con Escocia. En su honor me he puesto durante unas horas el polo clásico galés y he abierto un vino de los que se guardan para ocasiones especiales. Supongo que estará disfrutando en otros fogones con La Varenne, Caréme, Escoffier, Point, Troigros, Oliver, Bocuse… cuyos recetarios aprendió de memoria en su estancia francesa, cuando conoció a Margueritte, su esposa, cuyos preparados de chocolate eran el broche final obligado en Chez Víctor. Cuánto lamento su pérdida. Me permito reclamar al alcalde, Carlos García Carbayo, algo que recuerde en Espoz y Mina la presencia de Víctor Salvador, que obtuvo la primera estrella Michelín de la Comunidad. Hoy, Salamanca cuenta con tres, como apunté hace poco en el Liceo en un encuentro sobre los cambios en la gastronomía que dejó la Capitalidad Europea y a los que contribuyó el maestro.

Pues eso, Chef Víctor formó parte de estas páginas y de las historias que ha contado LA GACETA en su prolongado Centenario. En la gala, Pedro Díaz —¡viva el presidente!— hizo una encendida y emocionante defensa del periodismo profesional e independiente en estos tiempos que vivimos, llenos de ruidos e interferencias interesadas. La hizo también desde el siglo largo de vida de un periódico que ha sido como un barco sin puerto, siempre en alta mar, sometido a los caprichos del tiempo: hoy calma chicha —pocas veces—, mañana galerna –casi siempre—, así que sí, en alguna ocasión que otra ha estado a punto de irse al fondo del mar. Uno cree que un periódico centenario pasa automáticamente a la categoría de patrimonio de la humanidad por su rareza, resistencia y resiliencia y porque guarda la historia del día a día de Salamanca y sus vecinos, y lo sé porque casi vivo en su hemeroteca. Cierto que cuando sale LA GACETA Salamanca estaba ahí, pero era otra bien distinta a la actual. Estaba su Universidad, pero con menos estudiantes y estudios; existía el fútbol, que importaron los irlandeses salmantinos, pero no era el de hoy; y la ciudad era un poco desastre, además de más chica y peor dotada. Ricardo Rivero, rector; Vicente del Bosque, jugador y entrenador de fútbol, y Carlos García, alcalde, fueron distinguidos en la Gala, aunque en realidad se homenajeaba al ocho veces centenario Estudio; a los valores del deporte y a Salamanca, cuyo pasado seguimos buscando en el Cerro de San Vicente, y no parece que el alcalde quiera parar la búsqueda.

Uno miraba a un lado y otro de la sala mayor del Palacio de Congresos y veía a representantes ilustres de Salamanca. De Valladolid vino Julio López, hombre de Comunicación y buen amigo de Chef Víctor, como lo fue el profesor Enrique Rivero (ya se habrán reencontrado) y lo era Alfredo Martín Cubas, presidente de la Academia de Gastronomía, y también algunos veteranos académicos de la mesa y el mantel. Había representantes de la Economía académica, como Julio Pindado, y de la del día a día como Isabel Díaz Arija, directora general de Caja Rural, o Benjamín Crespo, presidente de la Cámara de Comercio. Había notables bancarios y empresarios, y también representantes de la Política, como Bermúdez de Castro, y la Cultura, como Isabel Bernardo o Vicente Sierra Puparelli, compañeros del Centro de Estudios Salmantinos, dolidos por el fallecimiento reciente de la madre de una compañera y amiga, Rosa Lorenzo. Un abrazo grande, Rosa. Hacía tiempo —y ya tocaba— que no había una fiesta así y estaba más que justificada. Podré contar que estuve en ella, codeándome con parte de la crema salmantina, de esa que ha salido y saldrá en la centenaria GACETA.



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