A ponerse moreno

 A ponerse moreno


Después del domingo todo el PP quiere ponerse moreno. La euforia tras la incontestable mayoría absoluta, está llevando a muchos de sus cargos y militantes a dar por hecho el cambio de ciclo. Ocurrió también después del levantamiento del 4 de mayo en Madrid. Entonces Ayuso parecía la solución a todos los males de un partido desnortado, en el que su entonces líder Pablo Casado, luchaba más hacia dentro que hacia fuera. Hoy, un año después, los mismos entusiastas que divinizaban a Ayuso dogmatizan acerca de la centralidad y la moderación de Juanma Moreno.

Cada elección es una lección y no conviene analizar una olvidando las demás. Basta con recordar el baño de realidad de Fernández Mañueco en Castilla y León, en medio de las citas de Madrid y de Andalucía. No hay una única fórmula que valga para todos los sitios, como no hay un electorado que se pueda extrapolar al resto.

Para empezar el Partido Popular está desaparecido en el País Vasco y en Cataluña, las dos comunidades con más tensiones independentistas. Y para acabar las tres últimas elecciones han sido anticipadas, en regiones que ya gobernaban y en las que, por lo tanto, tenían un candidato consolidado, cosa que no ocurre en otras muchas zonas del país.

El mayor mérito del moreno que reivindica este verano el PP es haber dejado blancos a los socialistas y fuera de juego a Vox y a Ciudadanos. Bastaba con ver las caras del pasado lunes en Ferraz y con escuchar los desvaríos de Adriana Lastra en la noche del domingo.

El PSOE sabe que no puede ganar unas elecciones generales sin Andalucía y Cataluña. Igual que el PP no se puede plantear llegar a la Moncloa si no tiene fuerza en Madrid, Comunidad Valenciana y en Castilla y León. De ahí, las prisas que le han entrado a Pedro Sánchez, por salir a la calle y por aprobar parches económicos, ahora que la crisis amenaza con llevarle por delante.

Quedan muchos meses para la próxima cita con las urnas, si es que antes no salta por los aires el gobierno de Ximo Puig, tras el escándalo infame de Mónica Oltra en Valencia y el abrumador silencio de sus colegas feministas en torno a la víctima de los abusos. Las siguientes serán las municipales y autonómicas de mayo del año que viene. Y ese es un termómetro relativo porque se vota a los alcaldes y porque no se acude a las urnas regiones clave.

Para las generales queda una eternidad y ahí, unos y otros, saben que una cosa será ganar y otra será gobernar. Vaticinar lo que va a ocurrir dentro de año y medio, en base a la euforia de hoy del PP y al pesimismo del PSOE, es mucho predecir.

Es verdad, que hay síntomas como el desgaste del gobierno por la crisis, la desaparición de Ciudadanos o la menor polarización del voto por los extremos. Pero es pronto para medir si el efecto Feijóo podrá solapar el desgaste de Sánchez.

Así que, de momento, mejor que los populares se conformen con disfrutar del moreno que acaban de coger en Andalucía. Les va a durar más que el de la piel porque el otoño, en lo económico, va a ser muy complicado. Después ya veremos por dónde sale el sol.



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