Prefiero ser ‘cayetana’ y fascista

En este país debe de haber mucho fascista, según los criterios del Gobierno calamidad que tenemos. Pero muchísimos más de los que reflejan las urnas cuando se convocan elecciones y votamos. En poco más de una semana, no hay sector que no esté cabreado como una mona con los insolentes que “okupan” el palacio de La Moncloa.

Los 400.000 agricultores, ganaderos y los cazadores que el domingo tomaron las calles de Madrid en defensa de algo tan importante como es el campo y el medio ambiente son todos unos “cayetanos”. Los transportistas que desde hace una semana están en huelga son unos fascistas de extrema derecha. Pues mire no. Son trabajadores, que madrugan cada mañana, que arriesgan su dinero y a los que el Gobierno ha despreciado hasta ahora y que se han visto obligados a llamar la atención de Sánchez paralizando prácticamente todo el país.

Denuncian una situación de precariedad absolutamente desdeñada por este Gobierno, que piensa que posiblemente eran cuatro gatos y un camión. No solo se han sublevado por el alza de precios de los carburantes que los ha obligado a parar, sino también para reclamar al Gobierno medidas concretas para mejorar la situación de su sector; entre ellas, la prohibición de contratar servicios de transporte por debajo de los costes de explotación, la prohibición definitiva de carga y descarga por parte de los conductores y la jubilación a los 60 años.

Sánchez y sus ministros pensaban que podrían ningunearlos y anularlos negociando solo con las patronales del transporte que el PSOE quería y salieron trasquilados el lunes. Intentaron comprarlos con 500 millones de euros, que les otorgarían en diferido para paliar el incremento bestial del carburante. Traducido al castellano, esos 500 millones representan un ahorro de 4 céntimos por litro de gasóleo. Cuando acabó la reunión se habían sumado a la huelga más plataformas. Pedro Sánchez piensa que todavía puede engañar con impunidad a los trabajadores y eso se ha acabado.

Hace un año el Gobierno pensó que los piquetes estaban pensados para cargar contra los gobiernos del PP y derogó, a petición de las centrales sindicales afines CCOO y UGT, el artículo 315.3 del Código Penal por el que se han eliminado las penas de prisión por participar en piquetes. ¿Cómo se iba a imaginar su “sanchidad” que iban a actuar contra él?

Ahora, el presidente más inepto de la democracia está atado de pies y manos y solo se le ocurre insultar a todo el que protesta por la deplorable gestión gubernamental de una crisis energética sin precedentes, que unida a los problemas externos, nos está abocando al desastre como país y a la miseria como ciudadanos. Si no era suficiente la crisis económica, ahora se une la ineficaz administración que está haciendo de la escalada imparable del precio de los combustibles y por tanto, de los precios en general y que, aunque la invasión rusa de Ucrania ha desbocado, el problema ya lo teníamos encima cuando Putin atacó.

Sánchez está perdiendo lo que creía que era suyo: la calle. Los ciudadanos están hartos, tan cansados de la ineficacia y de la superficialidad de este Gobierno que es la primera vez que se pone al lado de los transportistas a pesar de los inconvenientes que puedan sufrir por el desabastecimiento de determinados productos o la carestía de otros. Están con los agricultores y con los ganaderos, aunque tengan que sufrir las consecuencias de las marchas lentas de los tractores por calles de las ciudades.

Los ciudadanos preferimos ser lo que el actual Gobierno llama “cayetanos” o de extrema derecha, que inútiles comprados con migajas, palmeros o cómplices de un presidente que mantiene 22 ministerios, la gran mayoría con escasas o despreciables competencias, mientras España va camino de la ruina. La especialidad del PSOE es dejarnos este país en quiebra.