El artista de Cantalpino que es además un ejemplo de superación

 El artista de Cantalpino que es además un ejemplo de superación


Dos enfermedades han dado de sí en Cantalpino una obra situada entre los límites de la artesanía y el arte, cuyas materias primas principales son la espadaña y la madera. El artista es Feliciano Martín Cascón, conocido también como el silletero de Cantalpino.

Autor de obras en madera con un carácter principalmente funcional pero embellecidas por los alicientes de su filosofía, ya que este cantalpinés solo usa madera de árboles muertos, restos que se encuentra en el campo o que le donan personas que saben de su afición a transformar pedazos de troncos en objetos como peines, cabeceros de cama, ornamentos, y sobre todo sillas. Nunca usa madera procesada, ni corta árboles.

Otro de los criterios que sigue a rajatabla es la no utilización de herramientas mecánicas o eléctricas. Trabaja únicamente con sus manos y con el apoyo de utensilios rudimentarios como la azuela o el martillo, que ya usaban su padre Feliciano o su abuelo Dimas, quienes recorrían los pueblos a grito de “ha llegado el silletero”, para reparar las sillas que les encomendaban.

Feliciano Martín tuvo una enfermedad de niño que le causó discapacidad y precisamente esta limitación, le hizo incrementar su autoexigencia y espíritu perfeccionista. “Debido a esa discapacidad a la hora de integrarte con la sociedad tenías que esforzarte mucho más que otra persona que estaba sana”, explica.

Se inspira en Dalí o Picasso para crear piezas en maderas, principalmente de la zona, anota. Empezó trabajando con negrillo, porque hubo un tiempo en que vivió en Babilafuente, en el paraje dónde está el famoso balneario. Allí “había muchos negrillos”, también llamados olmos. “Con el problema de la grafiosis, el negrillo fue muy afectado y se los árboles se caían”, anota. Con esta madera de árboles que habían caído enfermos, empezó, primero a hacer sillas y después otros muebles y utensilios como cucharas de madera.

Feliciano Martín nació en Cantalpino pero, siendo niño, junto a sus padres, se mudó a Villoria, a los 17 años emigró al País Vasco, donde trabajó en la metalurgia. Posteriormente volvió a Salamanca para emprender en el sector del taxi. Aquella vida tan competitiva no le llenaba y eligió una casita en plena naturaleza, en el paraje babilafuentino de El Valle, donde retomó el oficio de sus antepasados y a su vez cultivaba el huerto.

Al quedar viudo e independizarse su hijo, eligió volver a Villoria hasta que desde hace doce años reside en una vivienda que se construyó en Cantalpino. Recientemente ha dado un paso más, al crear un rincón denominado Casa Museo, en el que gratuitamente y bajo solicitud previa se puede conocer la historia de un oficio que tiene los días contados y permanece vivo gracias al amor propio de Feliciano por mantener viva la tradición de sus antepasados, los silleteros de Cantalpino.



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