Morante de la Puebla embelesa al Liceo con un discurso apasionado

 Morante de la Puebla embelesa al Liceo con un discurso apasionado


El retraso mereció la pena. Morante de la Puebla se hizo esperar aunque terminó embelesando con su palabra a un teatro absorbido por la magia de un genio. Apareció este jueves sobre las tablas del Liceo vestido de manera impecable. Ceremonioso traje negro, camisa blanca, broche con cadena en el último botón del cuello que le eximió de la corbata, chaqueta cruzada y reluciente cabellera engominada.

Desprendía aroma de torero antiguo. Hizo una reverencia al patio de butacas en señal de agradecimiento a la fidelidad con una ciudad en la que ha encontrado uno de los principales nidos del “morantismo”. Y así, rápido comenzó la charla con Carlos Ruiz Villasuso, perfectamente desordenada, apasionada, sentida, distinta, interesante toda, que fue y vino, que sirvió para Morante fuera soltando perlas no solo de su concepción de la tauromaquia sino de la propia vida. Un paseo por los pensamientos y la forma de pensar y entender el toreo y la vida de una figura histórica.

Morante de la Puebla abarrotó el Liceo en el homenaje organizado por Juventud Taurina de Salamanca, hizo un alegato para reivindicar el valor y los valores del pueblo y de la España rural (“huyo de las elites, el toreo es algo enraizado con la tierra (…) Yo soy de pueblo, y aunque he tenido muchas tentaciones para salir de él, he preferido mantenerme fiel a mis raíces, y que nadie me sacara de mi lugar. Creo en el pueblo y en los valores que ahí se viven y se transmiten”, afirmó el maestro). Y, además, en su argumentario impuso el sentimiento y la pasión a la técnica a la hora de interpretar en el ruedo: “El toreo debe nacer del sentimiento, por eso no me gustan las escuelas taurinas. Belmonte aprendió a torear soñando. Soñando es como se crea y como se ilusiona”. Y ahí entró en un mundo de la fantasía de lo abstracto: “El toreo es una filosofía, es lo que no forma parte de la técnica ni del esfuerzo físico. Es un sentimiento, una forma de ser y de sentir. Es una forma de estar y saber donde tienes que estar”.

No dudó un momento en reconocer los problemas depresivos que a veces aparecieron en estos veinticinco años de alternativa. Reconoció de sentirse sorprendido de ser hoy mismo novedad en el escalafón con ese cuarto de siglo de alternativa encima (“puede que sea un caso único en la historia del toreo”, afirmó con una sonrisa de complicidad, antes de matizar: “Es cierto que cuanto más tiempo va pasando, es cuando mejor estoy toreando”). Y ahí se atrevió a entrar en el misterio de la fugacidad del arte de Cúchares: “El toreo es un arte visto y no visto, nace y muere al instante, y siempre es algo distinto”, afirmó. Y ahí en esa diferencia es donde él siente el calor y la pasión del público a su genialidad delante del toro: “Percibo la ilusión cuando van a verme sin saber lo que se van a encontrar…”.

Manifestó Morante que en 2022 seguirá apostando por los jóvenes en su carteles, que impondrá la variedad de encastes (“nadie esperaba que yo, un torero artista, pudiera hacer esto”, espetó antes de continuar: “Con esas ganaderías se pueden hacer otras cosas que las faenas típicas”) y adelantó que, además de las ferias, irá a los pueblos porque es donde radica la afición y nace el toreo: “Los toreros tenemos que ir pese a que perdamos parte de la novedad y muchas veces no salgan los números”.

A partir de ahí hizo una defensa de lo nuestro, de la identidad de España y de la grandeza de la tauromaquia, como uno de los emblemas, del orgullo del país y del poder de la historia: “Que no venga nadie de fuera a decir lo que tenemos que hacer y sentir. Esa es mi obsesión. El toreo no puede acabar nunca cuando están los sentimiento por medio”, apostilló. Y así reivindicó el orgullo por el arte que ya lo ha hecho eterno: “Esto es lo nuestro, por lo que tenemos que luchar ante la amenaza globalista que se nos viene encima. Tenemos que defendernos contra todos los ataques que vienen del exterior, tenemos que ser fuertes, sentir lo nuestro y defenderlo con orgullo y pasión”. Y así dejó sobre la mesa un deseo: “Esa forma de andar por la vida que nunca se acabe”.

Morante se hizo con el auditorio. Embelesó con su verbo y con sus argumentos y vio como el público le escuchaba ensimismado ante la pasión razonada del ídolo. La misma admiración que sintió Morante —que había disertado en el escenario a la sombra del vestido de la alternativa de El Viti— cuando apareció el maestro salmantino para entregarle el galardón con el que le reconocía Juventud Taurina de Salamanca. Ahí todo el mundo se puso en pie, las palmas echaban humo, un precioso trueno de gloria se adueñaba del ambiente, mientras Morante hacía reverencias al más grande de los toreros de esta tierra y a uno de los orgullos de la historia: “Gracias por llenar esta tierra de tanta sabiduría, naturalidad y tanta sencillez”, le dijo Morante a El Viti.



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