Cambio de socio y giro a la derecha

 Cambio de socio y giro a la derecha


Castilla y León seguirá teniendo un gobierno de centro derecha, pero a partir de ahora será más de derecha y menos de centro. Así lo han votado los castellanos y leoneses, que han otorgado una victoria insuficiente a Alfonso Fernández Mañueco y le han conminado a gobernar apoyado en los escaños de Vox en lugar de los de Ciudadanos, con los que ha convivido los últimos dos años y medio.

La importante distancia entre los 31 procuradores logrados por el PP y la mayoría absoluta en las Cortes regionales, situada en 41, otorga un peso decisivo a los 13 escaños conseguidos por la formación liderada por Juan García-Gallardo y obligará a los populares a pactar un Gobierno de coalición o al menos un acuerdo de legislatura para asegurarse la gobernabilidad de la Región.

El PP de Mañueco avanza solo dos escaños pero se beneficia del batacazo del PSOE de Luis Tudanca, que se deja siete respecto a los comicios de 2019. En otras circunstancias podría considerarse un éxito de los populares, pero las perspectivas cuando se convocaron las elecciones apuntaban a la mayoría absoluta y el presidente en funciones no ha alcanzado ese objetivo.

En todo caso, el triunfo del centro derecha es incontestable, por cuanto PP y Vox suman 44 procuradores frente a los 37 de la amalgama de otros seis partidos. Del mismo modo, el fracaso de Luis Tudanca resulta innegable y su fuerte caída en votos y escaños obliga a los socialistas a una reflexión que debería llevar a dar paso a otro líder que represente una verdadera alternativa.

El crecimiento de Vox, desde uno a trece procuradores, representa un potente respaldo a la formación de Santiago Abascal, mayor incluso de lo que apuntaban la mayoría de las encuestas. Para los verdes, el gran triunfo en el 13F era conseguir ser decisivos en la formación del Gobierno regional y el recuento les ha situado como absolutamente necesarios para conformar una mayoría de centro derecha.

Ciudadanos, por el contrario, se ha hundido de manera estrepitosa, al pasar de doce parlamentarios regionales a tan solo uno, el escaño de Francisco Igea en Valladolid. Los castellanos y leoneses han dado la espalda a la formación naranja y su desprecio supone un clavo más en el ataúd del antaño floreciente partido de centro.

Las formaciones separatistas, como la UPL, y los localistas de Soria Ya o Por Ávila, y los comunistas de UP han logrado ocho escaños, pero su presencia en las Cortes no pasará de anecdótica, mientras que los votos a España Vaciada se han demostrado inútiles.

Los resultados de ayer son consecuencia de una cierta apatía del electorado y de una campaña de los populares que no consiguió movilizar a una parte de sus votantes, que se quedaron en casa o votaron a Vox.

Pablo Casado no ve respaldado su proyecto para derrocar a Pedro Sánchez porque el PP ha quedado muy lejos de la mayoría absoluta y el ‘efecto Casado’ ha restado más que sumado. Sánchez ha sufrido también una derrota contundente, no al mismo nivel del revolcón propinado por Isabel Díaz Ayuso en Madrid pero sí suficiente como para hacerle entender que también en Castilla y León hay una amplia mayoría que no quiere saber nada de su Gobierno con la extrema izquierda populista y separatista. Los partidos más críticos con su gestión, PP y Vox, representan en esta Comunidad casi el 50% de los votantes. Ese porcentaje trasladado a unas generales puede resultar demoledor para el sanchismo.

Si Mañueco aspiraba a conseguir una mayoría suficiente para gobernar sin ataduras, los resultados de ayer suponen un fracaso, porque sigue necesitando a un socio de gobierno, que ya no será Ciudadanos sino Vox. Este cambio supone una complicación para las políticas sociales del PP de Castilla y León, aunque también acarrea una ventaja: la de contar con un aliado como Vox, más cohesionado y previsible que Ciudadanos, que nunca fue un modelo de disciplina interna y sí un caldo de cultivo para los tránsfugas.

Hay que normalizar la posibilidad de acuerdos entre el centro derecha del PP y la derecha de Vox, un partido que no ampara a filoterroristas, ni a golpistas, como sí lo hacen los compañeros de viaje de Pedro Sánchez en La Moncloa. En cuanto a las exigencias de los de Santiago Abascal y su capacidad para torcer la política de la Junta, habrá que esperar semanas o meses para comprobar el alcance y el signo de su influencia.



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