Álex Barahona: “Me encantaría que pasar por el Liceo de Salamanca fuera siempre un ritual”

 Álex Barahona: “Me encantaría que pasar por el Liceo de Salamanca fuera siempre un ritual”


Álex Barahona, actor vinculado a la localidad salmantina de La Redonda, llega el sábado 19 de febrero con “Tarántula” al Liceo.

–“Tarántula” es una obra de suspense. Es poco habitual que un thriller llegue al teatro.

–“Tarántula” es un thriller teatral, un género poco visto. Nos está dando muchas alegrías: a los espectadores también les gusta ver suspense en un escenario. Se plantean unas reglas del juego, poco a poco la madeja se va desmadejando y eso lleva al espectador a elucubrar. Y hasta el final-final no se sabe por qué ha pasado lo que sucede.

–Su personaje es un ladrón que asalta una casa donde vive una antigua modelo que ahora es ciega.

–Mi personaje, Nico, es un perdedor. Actúa por necesidad: es drogadicto y se ve obligado a este tipo de cosas por su adicción. No ha tenido una infancia fácil… Este trabajo me ha servido para empatizar con esa gente que no tiene suerte en la vida.

–¿A Álex Barahona la vida le ha sonreído?

–Sí, sí… no me puedo quejar. He tenido la suerte de nacer en una familia estructurada, de clase media… y eso me ha dado impulso para ir forjando mis cimientos.

–Y profesionalmente se defiende bien.

–También me considero afortunado profesionalmente. No he dejado de trabajar y si no he trabajado, no ha sido una época muy dura. He podido alternar televisión con algo de cine. Y el teatro me ha mantenido muy activo. Estoy contento, pero al llegar a los 40 empiezas a pensar: “¡Ostras! ¡Y si ya no suena el teléfono!”. Ahora todo lo que lo peta son series adolescentes. Hacerse mayor, interpretativamente, es complicado: hay que cambiar de roles y papeles.

–Sigue manteniendo una imagen juvenil a sus 41 años.

–Intento cuidarme y la genética también me respeta. Pero he oído a gente que le pasa lo mismo que a mí que esto está muy guay, pero que hay un momento en que llegan todos los años de golpe.

–Ahora está ensayando “El cuidador”, de Harold Pinter.

–Estoy encantado. Es un texto donde puedes indagar, imaginar, probar, crear… Hay tantas interpretaciones posibles y tienes que elegir la tuya, en connivencia con el director y con los compañeros. Es un proceso maravilloso. Pentación, la productora, apuesta mucho por “El cuidador” y estamos alucinando con la escenografía. Es un regalo que estoy disfrutando. El 11 de marzo estrenamos en Avilés y la temporada en el Bellas Artes de Madrid empieza el 16 de marzo. Nos han pasado un borrador de gira y también está el Liceo de Salamanca. Me encantaría que pasar por el Liceo de Salamanca fuera un ritual con cada obra de teatro.

También vino a Salamanca en 2020 con “Perfectos desconocidos”. ¿Tiene alguna costumbre antes de salir a escena?

–Para calentar la voz utilizo canciones antiguas, populares… Canto inconscientemente, no es un ritual. En “Perfectos desconocidos” cantaba una de Nino Bravo con Bart Santana e Ismael Fritschi. También me gusta tomar un cafecito antes de la función para salir con toda la energía posible a escena.

–Ahora ¿sueña con su personaje de “Tarántula” o con el de “El cuidador”?

–Tengo un sueño recurrente. Voy a salir a interpretar y solo he leído el papel una vez; no lo he ensayado. Salgo al escenario y los espectadores empiezan a irse. Lo paso bastante mal.

–Le llamaron para “Los Serrano” cuando estaba estudiando Químicas en la facultad.

–Químicas me gustaba, pero no era algo vocacional. Y para sacar dinerillo hacía cositas de publicidad. A raíz de eso, me llamaron de Globomedia para una prueba y, tras un proceso de más pruebas, empecé a trabajar en “Los Serrano” hace casi 20 años. Ahí hubo algo que me tocó dentro, que me apasionaba. Y no se me daba mal.

–Y se preocupó por formarse.

–He intentado beber de todas las corrientes posibles para conseguir lo que me viene bien a mí. He hecho cursos, seminarios… y el teatro me ha dado tablas. El directo te hace confiar en tu creatividad del momento y hacerle caso a tu intuición.

–Toca la guitarra.

–Bueno, la aporreo… Me gusta cantar y la aporreo, igual que aporreo un poco el piano. Creo que cuando llegue a cierta edad, me apetecerá dedicarme a algún instrumento. Un instrumento necesita mucha práctica y no quiero empezar ahora para dejarlo a medias.

–Trabajó en el musical “Más de cien mentiras”, basado en las canciones de Joaquín Sabina.

–Fue un aprendizaje. En nuestro trabajo recibimos los proyectos con tantas ganas, que mucha de la gente que tienes alrededor se queda en tu vida para siempre. Y del musical, tengo muy buenos amigos. La gente de los musicales curra muchísimo… Un musical tiene una producción brutal. Hay mucha gente en escena y hay que aunar muchas disciplinas: el canto, el baile, dar el do de pecho en las escenas interpretativas… Es complicado acabar de bailar y a continuación decir un texto de forma que sea muy de verdad.

–¿Cuida la voz?

–No, excepto cuando hice el musical. Estuve muy rayado e iba con bufanda a todos los sitios.

–Tiene casa familiar, reformada, en La Redonda.

–En verano pasé 15 días y también la disfrutamos en Navidades. Cada vez me gusta más ver las tierras parceladas, el azul del cielo… no hay bares ni tiendas, solo la gente de toda la vida. Antes no podía ir con mis padres en Navidades por el frío (la familia de mi padre es de La Redonda). Ahora, es un gusto ir. De pequeño también íbamos muchas veces a la ciudad, que me encanta. Tengo un vínculo especial con Salamanca y cuando voy al teatro también lo siento. Me siento identificado con comer hornazo. Disfrutar del verano en el pueblo también me ha llevado a amar al campo, aunque desgraciadamente no tengo ninguna maña con las tierras. A mis hijos, Julieta y Marcos, también les meto el veneno del pueblo y con sus bicis son los amos de La Redonda.

–¿Tiene algún proyecto más?

–Hice un cameo para “Canallas”, la película de Dani Guzmán, que se va a estrenar en abril. Y voy a entrar en febrero y marzo a hacer unos capítulos de “Supernormal” para Movistar +. Hay que apretar en las épocas buenas. Estoy intentando llegar a todo. En esta profesión cuando no hay nada, no hay nada-nada, pero hay otras épocas en las que se junta todo.



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