Poetry Hepburn

 Poetry Hepburn


AUDREY Hepburn falleció, un día como hoy, hace 29 años. Falleció, pero no murió. Sólo muere aquello que se olvida, y Audrey Hepburn será siempre inolvidable. Hay muchas razones para escribir ahora esta columna en un diario salmantino. La primera, porque sí. La segunda, cómo no. A partir de ahí, podemos recordar que Hepburn visitó Salamanca en 1963, y que actualmente está en proceso una película biográfica sobre su persona, que protagonizará Rooney Mara y dirigirá Luca Guadagnino.

Hepburn es mucho más que una grandísima actriz. Y mucho más que un icono cultural. Y mucho más que un símbolo de la moda. Y mucho más que la emblemática representación de la elegancia. Su firme entrega humanitaria justificaría de por sí su memoria. La notoriedad que adquirió con su carrera quiso aprovecharla para una causa tan noble como volcarse con la infancia más desposeída y vulnerable. Como embajadora de Unicef, desarrolló sus misiones por Etiopía, Sudán, Somalia… No se trataba de una solidaridad impostada, sino de un ineludible empeño por la generosidad y la justicia. Era consciente de que no basta con recibir cariño, ya que desde pequeña había sentido una profunda necesidad de darlo.

Dado que el carácter se forja, no se improvisa, esa determinación tan suya encuentra sus orígenes. A los 6 años sufrió el abandono de su padre. Y pocos años después tuvo que enfrentarse al hambre y la penuria de la Segunda Guerra Mundial, padeciendo muy de cerca la ocupación de las tropas nazis. De hecho, ya de niña colaboró como correo con la Resistencia al nazismo; y siendo adolescente comenzó a actuar en público de bailarina, recaudando dinero para quienes más lo necesitaban. Supo desde el principio “que la vida iba en serio”, por decirlo al estilo Gil de Biedma, y quizá todo ello sembró su mirada con un matizado punto de nostalgia.

Dentro y fuera de los estudios, Hepburn implica autenticidad. Sirva Moon River como cata. Esta canción ha encontrado incontables versiones a lo largo del tiempo. Su compositor, Henry Mancini, no dudó en su preferencia. Fruto de su privilegiado oído musical, él sí pudo `hablar de oídas´ con criterio: estaba convencido de que jamás nadie había interpretado ese río como ella.

Eterna sigue siendo Audrey Hepburn, cuando se viste de Marian o Sabrina, de Joanna o Ariane, de Eliza o hermana Luke, de princesa Anne o Holly. Pero a su vez, antes y después del personaje, Hepburn supo enunciar compromiso, combatiendo con coraje la renuncia. Imperecedera poesía. Exquisita sencillez. Señero ejemplo. Todo ello, sí, se pronuncia Audrey Hepburn. Billy Wilder dijo que “Dios la había besado en la mejilla”: una manera de explicar ese algo inexplicable que proyectaba. Ese algo inexplicable que aún encarna.



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