La macrogranja del amo Sánchez

 La macrogranja del amo Sánchez


Las declaraciones del ministro de Consumo al diario británico The Guardian ya no deberían ser motivo de sorpresa. Desde que en enero de 2020 prometió el cargo, el plenipotenciario Garzón anda a la zaga tras la vaca, para cepillársela. No por querer poseerla sexualmente, por supuesto, sino para eliminarla del mundus edibilis (universo comestible) y adoctrinar al pueblo bárbaro español en hábitos dietéticos más sostenibles y saludables.

Como era el primer representante de un partido comunista en el Ejecutivo y le habían dado una cartera de poca chicha, no podía perder tiempo y pronto tenía que dar que hablar. Aunque fuera criticando a los españoles por ser cafres consumidores de carnes rojas; aunque fuera acusando a los criadores de vacas y verracas, de guarros y maltratadores; aunque fuera teniendo que dar entrevistas fuera de España, para que los runrunes de sus desafectos se hicieran más internacionales. Porque si algo le gusta al ministro de Consumo es dar por saco a todo lo que tenga origen español y, sobre todo, seguir pudiendo interpretar a ese gamberro pandillero que tiene en un vilo al amo de la macrogranja gubernamental.

Pero al amo Sánchez le pudieron más las ganas de poder que el sentido de Estado y no dudó a la hora de tener que meter en el Ejecutivo socios peligrosísimos, con los que estaba obligado a compartir cuotas de poder. Para ello tuvo que crear nuevos chiqueros, hasta alcanzar las veintidós carteras ministeriales: una explotación política descomunal que nos convertía así en uno de los gobiernos más caros y numerosos de Europa. Y aquí fue donde vino a colarse ‘el bocazas’. Sánchez le dio a Garzón la cartera de Consumo para no correr muchos riesgos, sin presumir el peligro que tenía el bicho. Que lo anillen como a los cerdos para que deje de hozar, oigo decir por ahí. Y no les falta razón. Dentro y fuera de contexto, las arengas del ministro meten más miedo que el meloncillo, y ya es decir. A la industria agroalimentaria y, también, al buen PSOE. Como en la novela ‘Rebelión en la granja’ de Orwell, algunos temen (en voz alta) que el mal pelaje de socios como este corrompa el socialismo. Pero saben que el amo Sánchez no puede echarle los perros. Mientras, todo se hace hablar de sostenibilidad, como si los del campo fuéramos ajenos a eso. Toda preocupación de Garzón está en las formas de alimentar y tratar a los animales en las macrogranjas, cínicamente y sin preguntarse por la sostenibilidad de esa otra macrogranja estatal, donde él engorda y salpica de mierda a España. A las claras, señor ministro: NO hay planeta B, pero SÍ política B.



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