Este 2022 hay dos circunstancias que me invitan al optimismo, una referida a la evolución de la pandemia y otra a la puesta en valor del trabajo.

 Este 2022 hay dos circunstancias que me invitan al optimismo, una referida a la evolución de la pandemia y otra a la puesta en valor del trabajo.


Incluso la noche más oscura terminará y el sol saldrá.
Víctor Hugo (Los Miserables)

El final de año siempre tiene un punto de balance: analizamos como ha sido el año que termina y hacemos propósitos para el que está a punto de comenzar: por lo general conseguir lo que nos propusimos un año atrás y que no hemos conseguido. Conlleva dejar atrás el pesimismo, que suele impregnar las últimas semanas del año y, por el contrario, exige el punto de optimismo que acompaña a todo lo nuevo, a lo que está a punto de nacer y que es fundamental para afrontar las trescientas sesenta y cinco páginas en blanco que tenemos por delante.

Para 2022 es muy probable que los deseos de la mayoría sean el fin de la pandemia COVID y la recuperación de la normalidad, empezando por la vida personal, familiar y social, que ahora tenemos tan limitadas, seguidos por la recuperación de la economía y el trabajo como soporte de la propia vida, ya saben: salud, dinero y amor. Este año hay dos circunstancias que me invitan al optimismo, una referida a la evolución de la pandemia y otra concerniente a la puesta en valor del trabajo.

La primera de estas cuestiones se refiere a la pandemia covid19. En los últimos días se están produciendo declaraciones públicas de profesionales como el Dr. Javier Zulueta, neumólogo del Mount Sinai en Nueva York y el Dr. José Luis del Pozo, microbiólogo y profesor de la Clínica Universitaria de Navarra, ambos profesionales de prestigio internacional, que piensan que la evolución “natural” del virus posiblemente nos acerca al final de la pandemia, que Ómicron, o futuras variantes menos letales, permitirán aproximarnos al final a medida que avanza la vacunación. Ambos señalan que la evolución “natural” del virus, como ha sucedido con otros virus respiratorios, será hacia la coexistencia con el género humano. El Dr. Miguel Marcos, profesor de la Universidad de Salamanca, también cree que quizás podemos estar en la transición desde la pandemia a una endemia, aunque se muestra menos categórico y más precavido al respecto y sigue pidiendo medidas que limiten la transmisión.

¿Estamos cerca de conseguir ese equilibrio natural? ¿Será un proceso rápido o lento? Dependerá tanto de las mutaciones que pueda producir el virus, que son impredecibles, como de las medidas que adopten los gobiernos al respecto para evitar reservorios y disminuir la transmisión.

El primer modelo, con un final lento, implica mantener severas medidas restrictivas destinadas a evitar al máximo los contagios, con un alto coste social y económico dado que la población está “harta” y desde luego, con mayor coste político. Este modelo posiblemente sea el que permitiría salvar más vidas y preservar el sistema sanitario o lo que queda de él. No parece que sea el elegido. El segundo modelo se basa en continuar promoviendo la vacunación y a la vez eliminar restricciones para permitir la libre circulación del virus para conseguir la inmunización de la mayoría de la población. Un modelo que va a costar más vidas, tanto entre vacunados con factores de riesgo, a los que se le recomendará autoprotegerse, como entre no vacunados quienes tienen dos opciones: vacunarse o infectarse sin la protección que supone la vacuna. Parece claro que esta última es la opción elegida por los gobiernos de todo el mundo, aunque no se atrevan a decirlo alto y claro para evitar el coste político que puede suponer la elección de este tipo de estrategia.

El Dr. Del Pozo señala en twitter que en estos momentos de oscuridad necesitamos ser optimistas, sobre todo porque nuestros pacientes se lo merecen y nuestra labor como sanitarios se centra en acompañar y tratar de curar enfermos sean covid19 o no. A pesar de la desconfianza en los políticos que deben tomar esas decisiones yo, a comienzos de año, me apunto moderadamente al optimismo. Tengo más fe en que las próximas mutaciones del virus sean más favorables que en la gestión de los gobiernos, pero el riesgo es alto, muy alto, y todos vamos a necesitar mucha suerte, usted y yo también.

La segunda cuestión es la referida a la recuperación de la puesta en valor del trabajo, después de años de retroceso en los derechos de los ciudadanos en general y de los trabajadores en particular. El acuerdo entre gobierno, sindicatos y empresarios, muñido por la ministra Yolanda Díaz, me hace también ser moderadamente optimista. No es el acuerdo que desearíamos, se queda corto, pero es el acuerdo “posible” y en la dirección correcta: eliminar la precariedad y dar estabilidad en el empleo son condiciones básicas para que cualquier trabajador se pueda plantear su vida con dignidad y cierta perspectiva, especialmente los más jóvenes. Ya es hora de comenzar a desandar el camino, aunque sea a paso lento.

Estoy seguro que en todos los sectores habrá sido muy dura la precariedad en el empleo en la que estamos instalados desde hace más de una década, pero doy fe que en el sector sanitario se ha abusado de todos los trabajadores: contratos por horas, de un día para cubrir una guardia, de lunes a viernes para ahorrarse la cotización a la seguridad social del fin de semana y otras muchas modalidades de “ingeniería laboral” aplicadas a disminuir costes salariales. Hay profesionales sanitarios que en un año pueden haber firmado más de cincuenta contratos, obviamente todos precarios.

Muchos gerentes desembarcaron en los hospitales y en la atención primaria aplicando la precariedad hasta límites inauditos, incentivados u obligados a hacerlo por los responsables de las distintas gerencias de los servicios de salud. Ello ha contribuido a que muchos profesionales, médicos y enfermería en particular, hayan emigrado y otros se estén planteando abandonar la medicina, especialmente en el marco de la atención primaria. Espero con optimismo la aplicación de la nueva legislación en los sistemas sanitarios y, si no fuera así, una respuesta contundente de todos los profesionales.

Vivimos tiempos difíciles que invitan al pesimismo, pero necesitamos tener fe en el futuro para seguir viviendo, para seguir empujando la historia en el sentido correcto. Antonio Gramsci escribía: Soy pesimista debido a mi inteligencia, pero soy optimista debido a mi voluntad, así que, ante el año nuevo quiero ser optimista, necesito ser optimista. Todos necesitamos ser optimistas y poner nuestra voluntad en ello, pero también vamos a necesitar mucha suerte. ¡Cuídense!





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