El problema no es Garzón

 El problema no es Garzón


El mundo es hoy vertiginoso y hay que estar muy bien asido a la realidad y a sus circunstancias para no salir despedido y perder la cabeza. Vivimos bajo el fuego, como en la Managua de Nick Nolte o en la Yakarta de Mel Gibson: Boris Johnson de fiesta en fiesta, los rusos jugando con sus tanques, Djokovic haciendo el payaso en Australia, y Echenique soltando tonterías desde su púlpito eléctrico. Y Garzón, el ministro. Ministro, ay madre. Ese es el problemón y la gran pregunta: ¿qué hace esta gente en nuestras vidas? Sin duda el fracaso de la democracia: cualquier mindundi tiene su sitio en la Historia y un micrófono para contarlo. O un periódico inglés. La gran pregunta: ¿qué hace un Garzón cualquiera haciendo estúpidas declaraciones a un periódico inglés? La leyenda negra somos nosotros mismos.

Pero no es Alberto Garzón, otro sin futuro que pasaba en el momento adecuado por la oficina de reclutar oportunistas y vividores. Se trata de un sistema envenenado que promociona y aúpa hasta el poder a toda una jauría de palmeros para defensa del Gran Mediocre. Y así surgen los Garzón, así se fabrican y se convierten en elite, de un día para otro. De la cloaca al estrellato, de la intemperie al ministerio, del bus al coche oficial, del chóped transparente al beluga con los dedos. Esto da miedo, pues están ya por todas partes, han contaminado las políticas local, autonómica, nacional y europea; han contaminado las administraciones como organización y los impuestos ya no cohesionan, destruyendo así su fin solidario, sólo alimentan al monstruo Garzón, insaciable y cada vez con más cabezas; monstruitos fabricados en serie, colección multiplicada de “bon vivants” de todo pelaje y color, pero especialmente insultante cuando son de ultraizquierda. No son más que exterminadores de la inteligencia, empezando por la de sus incautos, progres y ciegos votantes, que parecen cantar emocionados a pie de urna aquella canción de Ian Dury, “Hit Me With Your Rhythm Stick”. Votantes, nosotros sí que estamos en una macrogranja sin solución de mejora medioambiental…

Es tiempo de acabar con las polémicas que distorsionan el paisaje y nos apartan de la realidad hasta hacer de la mentira la única verdad. Es tiempo de intentar reconstruirnos y hacer desaparecer a estos arribistas que han asaltado ya todo poder. Es tiempo de rearme moral e intelectual y de cortar el paso a esta banda de depredadores.



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