Los estropicios del uranio («affaire Berkeley»)

 Los estropicios del uranio («affaire Berkeley»)


El veto del Consejo de Seguridad Nuclear a la mina de uranio de Retortillo –proyectada por Berkeley Minera España– disipa una preocupación, pero deja pendiente un estropicio medioambiental grave. Hay que remediar ahora en lo posible los efectos del movimiento masivo de tierras, las montañas de escombros y los miles de encinas taladas dentro de un perímetro de 27 kilómetros. Algo tanto más nocivo cuanto que hablamos de una mina de materiales radiactivos a cielo abierto.

Las actividades del ciclo del uranio en España fueron durante décadas monopolio casi exclusivo de empresas o instituciones estatales, como la Junta de Energía Nuclear, ENUSA o ENRESA (E. Nacional de Residuos radiactivos). Hasta ahora, estas últimas eran las encargadas de las tareas de restauración ambiental en ese tipo de instalaciones, una vez clausuradas.  Pero en el caso de la mina de Retortillo se trata de una empresa privada con mayoría de capital extranjero y por ello no sabemos cómo, cuándo y quién asumirá esas responsabilidades.

Hay motivos para preocuparse, vistos los antecedentes de la empresa en otros países y los turbulentos movimientos de capital que ha suscitado todos estos años, fruto en buena medida de la especulación. No es absurdo pensar que ahora Berkeley quiera escurrir el bulto, lo que convertiría en humor del más negro su publicidad reiterativa sobre la supuesta “sostenibilidad” de sus actividades. No menos de quince veces repite esa palabra (o “sostenible”), en un anuncio a toda plana hace poco en la prensa local (que, por cierto, no lo etiqueta como tal publicidad). Se reducen las emisiones de carbono, se respeta el medio natural, etc… pero se han talado más de 2.000 encinas.

Este tipo de publicidad un tanto surrealista nos recuerda a la de ENUSA (propietaria de la fábrica de elementos combustibles nucleares de Juzbado), donde también se nos habla de compromisos con el medio ambiente, tecnologías punteras, máximas medidas de seguridad y cosas así. Tan limpia es la publicidad de este tipo de empresas que ni siquiera menciona la materia prima con la que trabajan: el uranio, ese elemento químico radioactivo que hace funcionar las centrales nucleares, algunos submarinos, las bombas atómicas y los servicios de radioterapia de los hospitales.

No mencionamos a ENUSA por capricho, pues le cabe alguna responsabilidad en el desaguisado de la mina de Retortillo. Esta empresa cedió hace años los derechos de explotación de esta a Berkeley, lo que implicó su aval inicial a un proyecto del que luego se retiró. Por otro lado, no se puede olvidar que su explotación de la mina y de la fábrica de concentrados de uranio en Saelices terminó hace más de 20 años y aún hoy estamos pendientes de que acaben allí las labores de recuperación ambiental, para las que cuenta, además, con la ayuda de ENRESA. Si empresas públicas españolas tardan tanto en afrontar la recuperación ambiental de sitios con actividades radiactivas clausuradas, ¿qué cabe esperar de una empresa privada extranjera?

Es cierto que este tipo de trabajos de restauración es complicado –y más aún en las centrales nucleares: la de Vandellós I, cerrada desde 1989, aún está en proceso de desmantelamiento–, pero por eso mismo cabría ser un poco más cauto a la hora de publicitar las mercancías atómicas y de dar visto bueno a proyectos de dudosa solvencia. Y el caso también debería hacer reflexionar a esos “liberales” propensos a vender el patrimonio público al primer desaprensivo.

 

(Vista aérea del complejo minero de Saelices, ahora denominado “Centro Medioambiental”. Toma de Google Erth)

 

 

 



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