Este marcapasos cerebral trata la depresión grave a demanda

 depresión crónica, supone un gran paso para el manejo de esta enfermedad y representa un éxito histórico en el esfuerzo para aplicar los avances en neurociencia al tratamiento de trastornos psiquiátricos.

Los científicos explica que su propuesta aprovecha el circuito cerebral específico involucrado en los patrones cerebrales depresivos y los restablece mediante los impulsos eléctricos que emite el marcapasos.

«Nuestro estudio nos muestra el camino hacia un nuevo paradigma que se necesita desesperadamente en psiquiatría», señala Andrew Krystal, del Instituto de Neurociencias de UCSF Weill.

Los ensayos clínicos previos habían demostrado un limitado éxito a la hora de tratar la depresión con la estimulación cerebralprofunda tradicional, en parte porque la mayoría de los dispositivos solo pueden proporcionar estimulación eléctrica constante, y generalmente solo en un área del cerebro.

Sin embargo, el desafío con la depresión es que puede involucrar diferentes áreas del cerebro en diferentes personas.

Lo que ha permitido el éxito en esta ocasión fue el descubrimiento de un biomarcador neuronal, un patrón específico de actividad cerebral que indica la aparición de síntomas, y la capacidad del equipo para personalizar un nuevo dispositivo de estimulación cerebral para responder solo cuando reconozca ese patrón.

De esta forma, el marcapaso cerebral estimula un área diferente del circuito cerebral, creando una terapia inmediata bajo demanda que es única tanto para el cerebro del paciente como para el circuito neuronal que causa su enfermedad.

La terapia personalizada logró aliviar los síntomas de depresión de la paciente casi de inmediato, destaca Krystal, en contraste con el retraso de cuatro a ocho semanas de los modelos de tratamiento estándar y ha durado más de los 15 meses en los que ha tenido implantado el dispositivo. Para los pacientes con depresión a largo plazo resistente al tratamiento, ese resultado podría ser transformador.

La clave, dice Katherine Scangos, psiquiatra de la universidad, fue la identificación de estos circuitos de depresión en el cerebro de Sarah.

«Encontramos una ubicación, el área estriado ventral, donde la estimulación eliminó constantemente sus sentimientos de depresión. Y también encontramos un área de actividad cerebral en la amígdala que podía predecir cuándo sus síntomas eran más graves».

Ya hay inscritos otros dos pacientes en el ensayo y esperan reclutar a nueve más.

«Necesitamos observar cómo estos circuitos varían entre los pacientes y repetir este trabajo varias veces -asegura Scangos-. Y también ver si el biomarcador o el circuito cerebral de un individuo cambian con el tiempo a medida que continúa el tratamiento».

Edward Chang, el neurocirujano que instaló el dispositivo, se muestra cauto: «Para ser claros, esto no es una demostración de la eficacia de este enfoque; solo que funciona en una persona y tenemos mucho trabajo por delante como campo para validar estos resultados».

«Estaba muy deprimida. No podía seguir en esta situación. No era una vida que valiera la pena vivir. Había agotado todas las opciones de tratamiento posibles», reconoce.

La cirugía consistió en hacer pequeños agujeros en el cráneo para colocar los cables que monitorizarían y estimularían el cerebro.

El procedimiento se realizó bajo anestesia general, lo que significa que Sarah estuvo inconsciente en todo momento.

Para personalizar la terapia, Chang colocó uno de los cables de los electrodos del dispositivo en el área del cerebro donde el equipo había encontrado el biomarcador y el otro cable en la región del circuito de depresión de Sarah, donde la estimulación aliviaba mejor los síntomas del estado de ánimo.

Cuando detectó el biomarcador, el dispositivo indicó al otro cable que administrara una pequeña dosis (1 mA) de electricidad durante 6 segundos, lo que provocó un cambio en la actividad neuronal.

«La efectividad de esta terapia demostró que no solo identificamos el circuito cerebral y el biomarcador correctos, sino que pudimos replicarlo en una fase posterior completamente diferente en el ensayo utilizando el dispositivo implantado apunta Scangos-.

«Este éxito en sí mismo es un avance increíble en nuestro conocimiento de la función cerebral que subyace a las enfermedades mentales».

Sarah dice que cuando se despertó se sintió eufórica. «Cuando se encendió el implante por primera vez, mi vida dio un giro inmediato: volvió a ser agradable.

«En unas pocas semanas, los pensamientos suicidas desaparecieron».

Un año después, Sarah se mantiene bien, sin efectos secundarios. «El dispositivo ha mantenido a raya mi depresión, lo que me permite volver a mi mejor yo y reconstruir una vida digna de ser vivida».