Ictus: Cuestión de cabeza

 Ictus: Cuestión de cabeza



Primera causa de muerte en mujeres, segunda en hombres y primera causa de discapacidad y de demencia después de la enfermedad de Alzheimer. Con este historial, el ictus se ha convertido en la enfermedad del siglo XXI. Y las previsiones no son buenas: uno de cada cuatro adultos mayores de 25 años sufrirá un ictus a lo largo de su vida. A nivel mundial provoca la muerte de unos 5,5 millones de personas cada año. «Se estima que en la Unión Europea el número de personas que viven con un accidente cerebrovascular se habrá incrementado un 27% en los próximos veinticinco años, debido principalmente al aumento de la población mayor de 70 años. Hablamos de un problema de primera magnitud que, además, representa en España el 5% de todo el gasto sanitario directo», explica Tomás Segura, jefe del Servicio de Neurología del Hospital de Albacete.

Esta enfermedad cerebrovascular se produce cuando se interrumpe el flujo sanguíneo que llega al cerebro. El ictus más frecuente es el isquémico, provocado por la obstrucción de una arteria del cerebro, bien por un coágulo de sangre dentro del propio vaso sanguíneo cerebral o que se ha producido en otra parte del sistema circulatorio y que se ha desplazado hasta allí. Pero también puede producirse por la ruptura de alguno de estos vasos, el ictus hemorrágico. «El isquémico aglutina cerca del 85% de los casos y el índice de mortalidad a tres meses es del 15% frente al 50% del hemorrágico», explica el doctor Segura, para quien es clave en los primeros momentos, además de eliminar el coágulo de sangre o la hemorragia, conseguir determinar qué es lo que está provocando el ictus.

«Cuando se trata de un infarto de miocardio su origen es la arteriosclerosis, pero el ictus puede surgir por múltiples causas como arritmias cardíacas (capaces de generar trombos dentro del corazón que se eyectan en forma de embolos hasta el cerebro; la más frecuente de las arritmias implicadas en el ictus es la fibrilación auricular) o arteriosclerosis de arterias carótidas, por poner dos ejemplos», explica Segura, quien reconoce los avances producidos: «En una década hemos mejorado de manera espectacular la forma de tratar el ictus isquémico en fase aguda. Tenemos fármacos que actúan sobre el coágulo administrables en las cuatro primeras horas, y si transcurre más tiempo o si no lo resuelve se realiza un cateterismo hasta encontrar la arteria afectada».

Reconocer los síntomas
En España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), unas 110.000 personas sufren un ictus cada año, de los cuales, al menos, un 15% fallecerá y, entre los supervivientes, un 30% se quedará en situación de dependencia funcional. «Se calcula que en 2025 habrá en España 1.200.000 personas que habrán sufrido un ictus. Y de ellas, la mitad, 600.000, necesitarán ayuda debido a la situación de discapacidad provocada por la enfermedad», señala Segura.

Por ello, actuar con rapidez resulta clave en la evolución y pronóstico de la enfermedad, y los especialistas ponen el acento en la importancia de reconocer sus síntomas. «Cuando se produce un infarto del corazón hay una manifestación clara como el dolor en el pecho, pero el cerebro no tiene receptores del dolor. Por ello es muy importante conocer los signos que se manifiestan en un ictus como la pérdida de fuerza o sensibilidad en la cara, pierna o brazo de un lado del cuerpo, la pérdida de visión total o parcial de aparición brusca, pérdida de equilibrio o la alteración repentina del habla, dificultad para expresarse o entender lo que se le comunica. Ante la primera sospecha se ha de llamar a los servicios de emergencia», insiste Segura. Y es que, a pesar de las campañas de concienciación, existe aún en la población española un alto grado de desconocimiento sobre sus síntomas, signos de alarma, cómo actuar o cuáles son sus factores de riesgo. Así lo revelaba una encuesta realizada por «Freno al Ictus» donde el 30% de quienes ya lo habían padecido seguía desconociendo qué hacer para prevenir un nuevo episodio.

Evitable con buenos hábitos
Un conocimiento que resulta vital si, además, tenemos en cuenta que entre un 80 y un 90% de los casos son evitables con hábitos de vida saludables. Así, entre los factores de riesgo encontramos como principal causa la hipertensión arterial mal controlada (más del 50% de pacientes con ictus son hipertensos). También influyen el tabaquismo, el alcohol, la diabetes, colesterol elevado, dieta poco saludable, el sobrepeso o la obesidad, la inactividad física o malos hábitos de sueño. «Estos factores son modificables, pero existen otros como la edad o la historia familiar de accidente cerebrovascular que no se pueden cambiar», puntualiza este experto.

La incidencia de esta enfermedad aumenta con la edad, sobre todo a partir de los 65 años, y este incremento es exponencial a partir de los 85 años para ambos tipos de ictus. «El envejecimiento de la población apunta a que las enfermedades cerebrovasculares seguirán aumentando. Hemos conseguido controlar muchos factores de riesgo promoviendo hábitos saludables, pero ello también conlleva que se alargue la esperanza de vida». En referencia a si el sexo determina a la hora de sufrir un ictus, Segura explica que «aunque la enfermedad es más frecuente en los hombres, las mujeres sufren ictus más graves con mayor mortalidad y más secuelas, lo que conlleva un mayor impacto en la salud y en su calidad de vida».

Tras un ictus, la intervención precoz del médico rehabilitador resulta clave. Hasta ahora había consenso sobre los beneficios de comenzar la terapia de rehabilitación de forma temprana pero no sobre su intensidad. Una nueva investigación realizada por el Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) y el University College London (UCL) ha concluido que una terapia de alta intensidad dentro de los 6 meses posteriores a un ictus ofrece los mejores resultados. No obstante, para Segura la rehabilitación sigue siendo nuestra gran asignatura pendiente, y es rotundo: «El problema no es la intensidad, sino conseguir que la mayor cantidad de pacientes reciban rehabilitación para evitar secuelas. Y cuanto antes mejor».

Con la colaboración de Pfizer.



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