Açò també passarà

 Açò també passarà


Aunque son muchas las versiones sobre el origen de las Fallas de Valencia, probablemente la más extendida sea la relacionada con la antigua costumbre de los carpinteros que, en vísperas de la festividad de su patrón, quemaban los trastos viejos a las puertas de sus talleres para celebrar el fin del invierno. De algún modo, las Fallas simbolizan el deseo de acabar con todo aquello que en la vida nos estorba, nos perturba o nos hiere, pero también de acceder, ilusionados, a una nueva época.

Desde hace año y medio esperamos esa primavera que tanto se resiste. Pocas veces hemos tenido la necesidad de deshacernos de tanta basura irreciclable; de representar en un ninot todo aquello que queremos borrar del mapa de nuestra memoria. Dos guerras y la protesta por una tasa injusta suspendieron hasta el presente, en cinco ocasiones, la celebración. Ahora fue un bicho siniestro el que ha obligado a posponer dos veces la cremà.

Pero la vida sigue y en Levante se disponen a achicharrar al bicho bajo la forma de madera y cartón. No solo al virus; también, una vez más, a tantas imágenes que asaltan nuestra paz, en casa y fuera de ella: a esos soldados rescatando niños en un canal de residuos fecales, a las víctimas de las fuerzas naturales que no tienen medios para hacerles frente, a esas toneladas de peces que mueren en una sopa de abono nitrogenado o a los pantanos que pierden el agua de todos en beneficio de unos pocos. A la injusticia, en el sentido más amplio del concepto.

Como un presentimiento, la falla que debió arder la noche del 19 de marzo de 2020 se llamaba “Esto también pasará”. La obra de Escif representaba a una mujer joven meditando durante la práctica del yoga. Su parte inferior –la única que se había instalado al tiempo de la suspensión– se redujo a cenizas por necesidad. Los bomberos y la policía fueron los únicos testigos. Solo quedó el busto, que permaneció en la Plaza del Ayuntamiento durante un tiempo, cubierto su enorme rostro por una de esas mascarillas que las autoridades sanitarias decían entonces que no eran necesarias. Ahora, reinstalado, también arderá. Lo hará el domingo, aunque falleros y visitantes tengan que llevar permanentemente la boca tapada; aunque la nit del foc ajuste su horario al toque de queda y aunque la gota fría –que ahora llaman dana– haga lo imposible por arruinar los ánimos de quienes se resisten a dejarse vencer por la adversidad.

Lo hará para celebrar que ya queda menos para la primavera. Pero arderá. Esta vez arderá. ¡Vaya si arderá!



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