Los cuentos de Emiliano JIménez… Tres entregas y con esta última llega a su final las aventuras de Cintolo

 Los cuentos de Emiliano JIménez… Tres entregas y con esta última llega a su final las aventuras de Cintolo


Armándose de valor la extraña mujer arrancó el tercer pelo de la cabeza del Demo.

– ¿Pero es que no me vas a dejar dormir? ¿Qué pasa ahora?

– ¡Es que hace tiempo que te quería preguntar una cosa!

– ¿Y no puedes esperar a mañana? ¡Si me vuelves a despertar otra vez te vas a acordar! ¡Vaya nochecita que me estás dando! ¿Qué quieres preguntar ahora?

 – ¿Cuántos años lleva el aqueróntide en la barca? ¿Trescientos? ¿No crees que está muy viejo y lo hace ya muy mal? ¿Qué tiene que hacer para poder irse a otra parte, a descansar?

– Es que sobre él pesa una maldición, como la de la Santa Compaña. Tendrá que estar a los remos de la barca hasta que alguien le sustituya.

– Pero… ya ha traído muchas personas hasta aquí y nadie le ha sustituido…

– Es porque tienen que estar vivos y, ayudándole a coger los remos, decir una mentira que no se crea nadie… Entonces el viejo podrá soltarlos, y quedarán atados al nuevo aqueróntide; entonces ya podrá dejar la barca, donde ha estado atado durante tantos años… ¡Y ahora, déjame dormir de una vez, por Judas!

A la mañana siguiente, después de irse el Demo a la caza de algún ingenuo mentiroso, la extraña mujer dio a Cintolo los tres pelos y las tres respuestas y, muy sigilosamente, le despidió de aquel infierno

¿Cómo pasó el río, si la barca del viejo aqueróntide sólo transportaba en un sentido? ¡También la extraña mujer se lo dijo: con la ayuda de los tres pelos del Demo el viejo hizo una excepción!

Andando, andando, llego a Villalegre de Viniesa, donde la gente seguía triste y ojerosa. Preguntó al mandamás que qué le daría si hacía que la fuente volviese a manar vino. Esperanzado, éste le prometió un burro con las alforjas llenas de monedas de oro.

Y cogiendo un palo con la punta embadurnada de miel llena de moscas, la introdujo por el caño, haciendo que el gran sapo que allí estaba, goloso, saliese de su encierro. Y detrás de él, el vino volvió a brotar, alegre, llenando de felicidad a los villalegrinos

Siguiendo su camino, Cintolo llegó, con su burro cargado de oro, a Manzanal de Pomarania, donde sus habitantes seguían con rostros famélicos. Y allí preguntó si le darían otro burro como el que llevaba, también con las alforjas llenas de oro, si resolvía su problema. «¡Por supuesto!» -le contestaron.

Cintolo abrió entonces una bolsa en la que llevaba preparado pescado medio podrido. A su olor, acudieron docenas de gatos. Nuestro héroe cerró entonces la bolsa y con los maullidos gatunos vinieron muchos más de toda la comarca. «¡No hay que darles nada de comer! ¡Nada de nada!» -advirtió.

Y a partir de aquel momento los gatos buscaron los ratones subterráneos para zampárselos y en poco tiempo acabaron con ellos; los manzanos volvieron a fructificar, exuberantes. Agradecidos, los pomarenses cumplieron su promesa y Cintolo marchó de allí con sus dos burros, dejándoles con el problema de qué hacer con tanto gato maullador.

Llegó por fin Cintolo a la corte del rey Remebundo, que quedó admirado al ver que traía los tres pelos del Demo y, sobre todo, los dos burros cargados de oro. Muy intrigado, le pregunto de qué modo lo había conseguido.

Entonces Cintolo le contó que se lo había dado un barquero que tenía muchísimo más: una cantidad inmensa de oro. Y que para que le diese algo no tenía más que montar en la barca , coger los remos para ayudarle y decirle, sencillamente, que si le daba un poco de oro, rejuvenecería un año por cada alforja que le llenase.

Como Remebundo era muy avaricioso reunió nada menos que cien burros  y emprendió la marcha con ellos cargados de alforjas vacías, con la esperanza de volver inmensamente rico.

Y aquí se acaba la historia, porque de aquel rey Remebundo no volvió a saberse más. Y es curioso que en una lejana provincia de aquel reino de Bría fueron, a partir de entonces, muy abundantes las acémilas montaraces.

Cintolo, mostrando la estrella de su mano izquierda, demostró ser el verdadero hijo del buen rey Clemenciano, y subió al trono, gobernando aquel reino sabiamente. Su fama fue inmensa, legendaria, manteniéndose en la memoria popular hasta nuestros días…

Y colorín, colorado…

(*): El rey Cintolo da nombre a una legendaria caverna, la única grande de Galicia, que está cerca de Mondoñedo.





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