El rastro de Morante

 El rastro de Morante


En cuatro horas se agotaron las entradas para ver a Morante en la sorprendente tarde de este sábado en El Puerto, donde lidiará seis toros de Prieto de la Cal. ¿Conclusión? El aficionado quiere ver espectáculos nuevos y distintos. La gente responde a la distinción y a la incertidumbre de ver algo diferente. Ni en plena pandemia ni tampoco en plena crisis económica, y también sanitaria con los miedos a cuestas, importa el precio de las entradas. Esa misma gente está cansada de presenciar siempre el mismo espectáculo con los mismos toros y toreros. Los mismos argumentos en una película repetida a diario.

Nadie sabe qué va a ser capaz de hacer Morante con los veraguas de Tomás Prieto de la Cal. Nadie sabe cómo van a ser y cómo van a salir los toros criados a orillas del Río Tinto, en la finca de La Ruiza, a los que las figuras y las empresas han ninguneado en los últimos años. Estaban casi desaparecidos del mapa siendo una de las joyas genéticas del campo bravo. Su lidia es un misterio. Seguro que no responderá al prototipo moderno. Ni falta que hace. Ese que nos han metido en vena sin opción de más en los últimos años las figuras acomodadas y las empresas con poco ingenio y menos ganas de trabajar en busca de darle alicientes a sus clientes. Paradojas del toreo, unos y otros se deben al público y, ninguno piensa en la gente que tiene que pasar por la taquilla para mantener vivo el espectáculo.

Morante se cansó de la misma rutina. “Me aburre torear todos los días juanpedros o garcigrandes”, dijo en una jugosa entrevista en El Mundo. Dicho y hecho. Vencida la primavera comenzó a sorprender con nuevos carteles, tratando de darle sitio a hierros marginados y casi olvidados para ofrecerle al espectador un menú diferente. Y ahí están los atanasios de El Puerto, los núñez de Alcurrucén. Y ha querido rizar el rizo un poco más. Y, de pronto, surgen en sus carteles los veraguas de Prieto de la Cal, santacolomas de Ana Romero o los Galaches que ha pedido en Salamanca.

Morante, en la versión más gallista, apostando por hierros distintos. Sabedor de que tal vez en algunas de esas tardes no se va a poder hacer la lidia al uso que se repite día sí y día también, lo deja claro: “La esencia está en los detalles, en los gestos, en un desplante ante una hermosa cabeza”. Palabra de Morante, que se ha echado el año a sus espaldas y ha dado una nueva versión que rompe la rutina que no lleva a otra cosa más que a la mediocridad. Las figuras son clave en un momento crítico, pero esas deben de dar un paso más para sorprender al aficionado que ya se ha cansado de ver siempre lo mismo. Morante ha dinamitado el toreo con el nuevo planteamiento, al que ha seguido su mejor versión. Faenas para el recuerdo. Es el nombre del año, por la madurez demostrada, porque ha recuperado la frescura perdida y porque muestra una capacidad distinta al resto. Ha roto esquemas. Para bien. ¿Quién le seguirá el rastro? De momento, Morante ilusiona y despierta interés. La sensación con el resto es la rutina. Y eso decepciona.



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