La sentencia de la mina

 La sentencia de la mina


La noticia es bien conocida, aireada en prensa y televisión nacional. En estas mismas páginas ha tenido sustanciosa cobertura. Resulta que hace unos días el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), una entidad administrativa independiente de tutelas partidistas, gente con estudios y con fundamentos, ha tumbado por amplia mayoría las intenciones de la empresa Berkeley de continuar con la mina a cielo abierto de Retortillo. Su decisión a buen seguro es sabia y fundamentada, de tal manera que la empresa no puede continuar su proyecto porque es inseguro, equívoco y el destino final de los residuos del uranio está sin determinar.

Confieso que en su día, hace ya años, escribí en esta misma sección mi conformidad con el proyecto. Lo veía como una oportunidad única para vitalizar el cadavérico oeste provincial, que por mucho que se empeñen algunos ecologistas no va a sobrevivir con una docena de casas rurales ocupadas a medias los meses de verano.

Me pareció bien la apertura de la mina pero, inepto total sobre sus medidas de seguridad, condicioné el apoyo a que las autoridades competentes, Ayuntamiento, Junta y CSN concedieran las sucesivas licencias para su explotación.

La sentencia del CSN declara inviable el proyecto y ahí se acabó la bronca y la polémica.

Ahora la mina se clausura y no porque se arrancaran en su momento cien encinas, de las que la provincia está sobrada. Por cierto, bien se podían dedicar algunos millones de estos fondos europeos que van a llegar para la limpieza de nuestros montes y el encabezamiento de cientos de miles de encinos sin formar todavía improductivos.

Otros decían sin mucho rigor, que las radiaciones afectarían al modesto y respetable balneario de Retortillo, débil argumentario, como dicen ahora los políticos, para tan gran empeño.

Hay que celebrar el informe del CSN, porque sus razonamientos advierten del peligro de la explotación y la clausuran. Está en juego nuestra seguridad, argumento definitivo frente a tantas presiones empresariales y para alborozo de urbanitas silvopastoriles que apenas distinguen una cabra de una oveja.

A ver si hay más suerte con las prospecciones que buscan oro en Espeja y otros pueblos del lejano oeste provincial y nos dejamos deslumbrar por sus brillo sin trabas ni cortapisas. Mucho mejor el oro que el uranio.



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