La oficina del “egpañol”

 La oficina del “egpañol”


De todos es sabido que en Madrid se habla el “egpañol”. De hecho, es la lengua oficial de la capital. Una lengua en peligro, según afirma la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que cosecha ahora por aquí menos elogios que semanas atrás porque ha decidido abrir una oficina del español, mejor dicho, del “egpañol”, a la vista del riesgo del idioma, poniendo al frente, a los costados y atrás a Toni Cantó, que cantó la gallina en todos los partidos por los que ha pasado. Pablo Casado le impuso a Ayuso al veleta de Cantó, que lo tuvo de palmero oficial en los mítines, por lo que ahora debe pagar peaje con un chiringuito, que es la tal oficina, en la que él se lo guisa, se lo come, y se lleva un dinerito, como canta una famosa copla salmantina. Ayuso, que es una chulapona verbenera “echá palante”, como ya ha demostrado, busca con ello convertir a Madrid en capital del mundo mundial del español, lengua que aquí, en Salamanca, nos tomamos muy en serio desde que Nebrija llevase a imprenta la primera Gramática española. El año que viene celebraremos los 500 años de su muerte, me contaron esta semana en el Liceo. Espero que trasladando su escultura a un espacio más literario. Estamos, además, convirtiendo el edificio del Banco de España en Centro Internacional del Español del brazo del Instituto Cervantes, que sabe bien de nuestra experiencia en la enseñanza y difusión de nuestra Lengua, asunto del que si la reina castiza llega a saber algo podría darse con un “cantó” en los dientes. Un poco de respeto, prenda.

Todo este lío para que Toni Cantó tenga donde caerse muerto. Hablo de un pícaro de nuestro tiempo, que podría citarse hoy en el encuentro de Jesús Ruiz Mantilla, Manuel Gutiérrez Aragón, Miguel Rellán y Jordi Amat en la Facultad de Filología, donde tantos ilustres de nuestra Lengua han impartido doctrina, como don Fernando Lázaro Carreter, como acto estelar del Festival Internacional de Literatura en Español. No un pícaro como Lázaro o Marcos de Obregón, sino de otra calaña. Aquellos transmitían comprensión y este da asco por su desvergüenza, y se removerán en su tumba cuando oigan que este es del mismo oficio. El caso es que, perdón, “eg que”, la cantosa oficina madrileña del “egpañol” ha sentado mal por aquí y ha tocado a rebato la campana de San Martín. Personalmente, no me siento preocupado, aunque he secundado la campaña de nuestro Alberto Orfao de que el Instituto Cervantes tenga su sede en Salamanca, pero porque soy así y me apunto sin disimulo a estas propuestas por si suena la flauta. Y si hay que echarse a las calles como cuando los papeles del “Archivo”, iremos a ellas, que ya tenemos la piel hecha a la intemperie. De momento esto es lo que hay, y da, de entrada, bastante vergüenza ajena que por colocar a un trashumante sea necesario montar este circo.

Pícaros e idioma fueron citados esta semana en la presentación del libro de Isabel Bernardo sobre cocinas salmantinas. Presidió el acto María Jesús Mancho, filóloga, y presidenta del Centro de Estudios Salmantinos, y con ella muchos y buenos investigadores y divulgadores de Salamanca, como Mariano Esteban, José María Hernández, Rosa Lorenzo, José Antonio Bonilla, Vicente Sierra Puparelli, José Ramón Cid, Miguel García-Figuerola, Valeriano Hernández… buenos divulgadores de lo suyo en español, como Lauren Risueño, al que me encantó saludar después de tantos meses. Eché en falta a algunos de mis maestros, pero otra vez será.



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