Pueblos y ciudades

 Pueblos y ciudades


A medida que los medios rurales se van despoblando, el éxodo hacia las grandes urbes, o hacia las ciudades en general, se ha convertido en fenómeno imparable, en una suerte de estampida global. Incluso en China, donde todavía más de la mitad de la población habita actualmente en áreas rurales. Muy pronto habrá tantos chinos en las ciudades como en los pueblos. Se calcula que para 2035 dos tercios de la población será urbanita. Ni idea de cómo se distribuirá la población en 2050 en China o en España. Las previsiones demográficas pueden estar sometidas a muchos imponderables. Los conflictos, las desigualdades sociales y el cambio climático provocan migraciones masivas.

Las gentes de los pueblos valoran cada vez más aquellas cosas que hacen el día a día más agradable y llevadero: acceso a la sanidad, a la educación de los hijos, a la cultura, a las posibilidades de empleo, a unas expectativas de bienestar, en fin, que hoy por hoy les sigue negando el campo. Los jóvenes prefieren trabajos en la ciudad menos sujetos a horarios intempestivos, porque a la hora de atender y cuidar el ganado no hay fines de semana ni fiestas de guardar.

Cada vez somos menos los nacidos en los pueblos. Hace ya años que los centros sanitarios especializados en los grandes núcleos urbanos acogen a las parturientas y les proporcionan las atenciones y cuidados que nunca tuvimos en las aldeas, donde ni siquiera había agua corriente en las casas. No debemos añorar aquellos tiempos artificialmente idealizados. No debemos dejar que nos invada la tristeza al rememorar épocas que nos parecieron felices. Ahora, una ambulancia se planta en poco tiempo en cualquier lugar de la geografía nacional; y si es preciso, se echa a volar un helicóptero ante una situación médica urgente. No obstante, los viejos que habitan en los pueblos se sienten más tranquilos si sus familiares les proporcionan cobijo en la capital, al menos durante los meses de invierno. Les tranquiliza la perspectiva de tener al médico cerca. Y no les mientes la soga del 2050.

Las grandes ciudades tienen su vida secreta, sus alegrías, tristezas, desigualdades y exclusiones, como nos recuerda el escritor Suketu Mehta. En ellas podemos sentirnos en plena soledad deambulando entre muchedumbres de seres anónimos tan solitarios como nosotros. Pero también son organismos vivos, capaces de adaptarse y adaptarnos, de generar solidaridades y vínculos afectivos. Hay ciudades alienantes que “enganchan” como lo haría una droga. “Yo no viviría aquí ni loco”, pensamos. Y, sin embargo, esas urbes gigantescas, incómodas, y contaminadas atrapan a sus moradores. Será porque, como decía Sicinio, uno de los personajes del Coriolano de Shakespeare, toda ciudad es, a fin de cuentas, el pueblo, es decir, las gentes que la habitan.



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