Ir a terapia es un acto de amor propio y de valentía, ya que no se trata de ser sincero con el profesional, sino con uno mismo

 Ir a terapia es un acto de amor propio y de valentía, ya que no se trata de ser sincero con el profesional, sino con uno mismo


 

En los últimos tiempos, las consultas al psicólog@ han aumentado considerablemente, debido al momento que estamos viviendo y también debido a una normalización del hecho de acudir a terapia.

Pero ¿Sabemos en qué consiste realmente el proceso de terapia? Muchas personas tienen una idea equivocada de lo qué es la terapia o de las funciones del psicólogo, cosa absolutamente normal por la desinformación que ha habido hasta la fecha y por el intrusismo existente en nuestra disciplina.

En demasiadas ocasiones nos encontramos con que las personas esperan una pauta mágica que solucione sus conflictos, esto es, un fármaco o una guía de cómo cambiar sus patrones sin ningún tipo de esfuerzo. Por ejemplo, nos encontramos en consulta con personas que tienen la creencia de que en una sesión de terapia de 45 minutos el psicólogo/a va a solucionar sus conflictos. Esto no existe, ni en una sesión ni en 5. Y si algún gurú vende esta receta mágica es que es otra cosa, no es terapia, es magia o un timo.

La terapia como todo en la vida requiere mucho esfuerzo. ¿Crees que podrías correr una maratón mañana mismo sin haber corrido nunca? ¿Crees que puedes hacer el espagat sin tener un entrenamiento previo? El proceso terapéutico es lo mismo. Pero como todo en la vida, cualquier disciplina a desarrollar requiere entrenamiento, constancia y esfuerzo, como por ejemplo aprender un idioma, solo que, en el caso de la terapia psicológica, el idioma que aprendes es el tuyo propio.

En eso consiste el proceso, en conocer y manejar tu propio idioma. Si llevo 27 años realizando los mismos patrones de comportamiento, podemos entender que en tres horas no los voy a cambiar. La mente tiene sus tiempos. De esta manera no sólo es darse cuenta y conocer nuestros patrones comportamentales, sino que para cambiarlos necesitaremos de práctica y repetición para que nuestro cerebro aprenda las nuevas formas.

Los psicólogos somos meros acompañantes en el proceso. Podemos dotar de herramientas, pero si la persona no las pone en práctica, poco a nada podemos hacer. No existen recetas mágicas.

Ir a terapia es un acto de amor propio y de valentía, ya que no se trata de ser sincero con el profesional, sino con uno mismo. Estar dispuesto a dejar de hacer lo mismo que no nos funciona, para lanzarnos a caminar por nuevos senderos de la mano del profesional. Y eso, a veces, da vértigo. Pero la única manera de abandonar nuestras cadenas, tanto conscientes como inconscientes, es realizando algún cambio. Al menos, en lo que esté de nuestra mano.

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