«¡Quiera Dios que alguien logre sacar a flor de vista bellezas enterradas en un casi abandonado rincón de la provincia de Salamanca!”, por Unamuno

 «¡Quiera Dios que alguien logre sacar a flor de vista bellezas enterradas en un casi abandonado rincón de la provincia de Salamanca!”, por Unamuno


 

Tomando prestado un verso de A orillas del Duero de Machado para comenzar el paseo por los miradores de Los Arribes de Saucelle.  Un buitre –en este caso decenas- de anchas alas con majestuoso vuelo cruzaba solitario el puro azul del cielo. Ese baile de buitres es una de las danzas glotonas que se pueden contemplar cuando uno se acerca a uno de los miradores del Duero a su paso por Saucelle. Hay más, porque al Duero le gusta seducir al mirón desde que nace en los Picos de Urbión, en Soria, hasta que se funde con el Águeda para entrar al Atlántico, en Oporto.

No echaremos cinco días, que fueron los que empleó otro de los grandes de nuestra literatura, Unamuno, en un viaje por Los Arribes del Duero junto a unos amigos, hace ahora la friolera de 124 años. Las aguas son distintas, pero los arribes son los mismos. “No crea el lector, por lo que llevo dicho, que vaya a descubrirle ningún Mediterráneo ni a embellecer ignotos paisajes; voy tan sólo a indicar la ruta de uno de tales descubrimientos. ¡Quiera Dios que alguien logre sacar a flor de vista bellezas enterradas en un casi abandonado rincón de la provincia de Salamanca!”.

Unamuno nos sirve de guía en su descripción de Los Arribes y en su lento caminar entre repliegues del terreno se ocultan los profundos tajos, las abruptas gargantinas, los imponentes cuchillos, los terribles esfayaderos, bajo los cuales, allá en lo hondo, vive el Duero.

Paredes verticales que bajan “al rio se les llama arribes en toda la Ribera, en toda la región salmantina que borda el Duero y afronta a Portugal Arribes forman también los afluentes al Duero, que entre escotaduras y barrancas análogas a las de éste corren a él”.

Así desde uno de los miradores de Saucelle se deja contemplar culebreante el Huebra, al que solo separa una sierra de un Cameces que para su orgullo lleva en su interior El Cachón del Camaces, una de las cascadas más espectaculares y humeantes, con permiso del Pozo de los Humos, de Los Arribes, sobre todo en los meses de lluvia recia. Ambos ríos se pueden ver con agua en invierno y primavera y con su cauce seco en verano y otoño, desde el Mirador de Las Janas.

Sin salir de Saucelle, otro mirador ofrece al arriero la belleza frontal de las laderas portuguesas y a la izquierda aprovechando el cauce del rio Duero y la orografía del terreno en este tramo del Duero se decidió construir una central hidroeléctrica entre 1950 y 1956. El embalse de esta central se encuentra localizado a unos 8 kilómetros de Saucelle. No es tan llamativo como el de Aldeadávila o La Almendra, pero sirve para unir la orilla del Duero con la del Douro.

A la última atalaya llegamos exhaustos tras subir más de 350 metros, el caminante piensa en cada paso que da, que espera merezca la pena el esfuerzo. Lo merece. El Picón del Moro queda suspendido y bajo los pies transcurre el Duero. “Todas estas gargantas dantescas son obra de él, obra de la lenta labor del agua terca”.

**** Todas las frases en cursiva pertenecen al texto de Miguel de Unamuno y Jugo: Los arribes del Duero (1898)



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