Passe le temps

 Passe le temps


Lo pensaba Napoleón Bonaparte, hombre brillante no solo en materia bélica y política: “La historia es la versión de los acontecimientos pasados sobre los que la gente ha decidido estar de acuerdo”. En el mundo actual las cosas no son exageradamente distintas: por lo común, hay recuerdos y valoraciones progresivamente coincidentes a medida que pasa el tiempo. Es normal entonces que se respeten socialmente esas memorias, esas valoraciones. Se da así una aproximación al pasado concreta y triunfante, que debe su forma a lo que hoy día denominamos “el relato”.

La cosa del relato, de su importancia para asegurarse una versión positiva de los eventos, no es algo exclusivo de un ayer cercano. Recuérdese cómo Julio César dirigió apropiadamente la mirada de sus coetáneos hacia los eventos más favorables en sus interesados comentarios sobre su participación en guerras (‘De bello galico’, ‘De bello civilis’…).

La persistencia del ‘relato’ en la mente de los ciudadanos se genera normalmente sobre una simplificación benévola del pasado. Entonces es cuando la historia se deja guiar por la máxima de Manrique (todo tiempo pasado fue mejor), que soslaya otra formulación normalmente más avenida con la realidad (todo tiempo pasado fue anterior), pero más difícil de manejar en el análisis de la conducta humana. En buena medida por algo denunciado por William Ralph Inge (1860-1954), que fue profesor de teología en Cambridge y varias veces candidato al premio Nobel de literatura: “A grandes rasgos, los acontecimientos del pasado pueden dividirse entre aquellos que probablemente nunca sucedieron y aquellos que no importan para nada”.

De lo dicho anteriormente se infiere que buena parte del relato construido sobre el pasado es algo insustancial, pero que funciona mejor mirando hacia el pasado. Si tiene usted 40 años o más, haga una lista de políticos brillantes y eficaces en la España de los años 80-90 (o en el mundo). No se deje llevar por razones ideológicas. Le ha sido fácil, ¿no? Pues intente hacer lo mismo atendiendo al período de los últimos veinte años. La cosa se ha complicado, ¿verdad?

Si ha tenido problemas con la segunda lista, no se deje apabullar. Tiene usted al menos esta opción: asocie usted el nombre de 10 políticos actuales con la idea de mediocridad. Seguro que no ha tardado en confeccionar la lista. Recuerde, no obstante, que el paso del tiempo hará que a más de uno de los mediocres del presente lo colocaremos entre los brillantes dentro de 10 años.



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