“Perdí el amor de mi vida por el virus”

 “Perdí el amor de mi vida por el virus”


Fernando está a punto de cumplir 90 años. Sentado sobre una de las sillas del Multiusos esperaba que su hija se acercara con el coche para llevarle a su domicilio. “Ya no puedo andar, pero estoy feliz”, aseguraba sosteniendo las manos sobre su bastón. Extremeño pero con más de medio siglo viviendo en Salamanca dedicado al negocio de la miel, solo tenía palabras de agradecimiento para los médicos y enfermeros tras haber recibido la vacuna. “Te tratan como si fueses de su familia y no un desconocido. Tanto aquí como siempre que me han tratado los profesionales me he sentido así”, reconocía, a la vez que confesaba que lo había “pasado mal por estar encerrado en casa”.

Sin embargo, no puede contener las lágrimas al recordar su mayor lamento de la pandemia. “Perdí el amor de mi vida por el virus. Habíamos estado 70 años casados y los últimos once yo le cuidaba por el alzheimer”, reconoce. En la etapa final de la enfermedad “ya no podía con ella”, y su mujer ingresó en una residencia donde finalmente falleció en el mes de marzo. “Todos creemos que fue por el coronavirus pero nos dijeron que no había forma de saberlo porque no había pruebas”, asume. Su mayor dolor: “No le pude dar un beso de despedida y después de 70 años eso es muy triste”. Su hija llega con el vehículo y aparta rápidamente al periodista: “Tenemos que cuidarle mucho, no le puede pasar nada. Hoy es un día de alegría”, confiesa.

Ya fuera acompañados por parientes, familiares, la espera fue paciente. Algunos optaban por sentarse en los espacios habilitados por el Ayuntamiento. Otros miraban de reojo para evitar que se les colasen.

Ángeles salía exultante de ponerse la vacuna. A sus 88 años más que una dosis de una vacuna, había recibido felicidad a raudales. “Esto no duele nada, casi ni la picada, y nos previene”, explicaba mientras su hija María Isabel le sostenía el andador con el que accedió al Multiusos a través de la rampa habilitada para las personas con movilidad reducida. “Tenía muchas ganas de vacunarme y no me puedo quejar porque ha sido muy rápido”, confesaba.

Sin embargo, también quiso poner algunas pegas a la organización. “Si no es por mi yerno no me entero que hoy era la vacunación. A los mayores nos tienen que llamar por teléfono porque si no pensamos que son bulos y es peligroso”, reconocía a la vez que recordaba el problema que existía con los mayores que vivían solos sin relaciones familiares. “Muchos se habrán quedado en casa porque no se han enterado”.



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