¿Para qué sirve el historiador?

 ¿Para qué sirve el historiador?


 

Nuestro amigo el historiador Ángel Viñas se plantea en un artículo reciente la pregunta “¿para qué sirve el historiador?”, respondiendo enseguida que «la tarea del historiador estriba hoy en comparecer en los medios para desbaratar entuertos de quienes se dejan cegar por la pasión ideológica o política o por los treinta denarios”.

Viñas sale al paso de las muchas falsedades, medias verdades o juicios infundados acerca de la II República –de cuyo inicio este mes se han cumplido noventa años–,  sobre la Guerra civil o el franquismo. A él, que tanto tiempo  y esfuerzos ha dedicado a esclarecer esos “episodios nacionales» mediante lo que llama EPRE, evidencia primaria relevante de época, o sea, documentación y más documentación, siempre contrastada con fuentes secundarias, esto es, lo que otros historiadores han elaborado antes sobre el tema; a él, digo, debe resultarle ya estomagante el tener que volver una y otra vez a discutir y poner en claro cuestiones que ya deberían estarlo hace mucho tiempo.

 

Por lo general, Viñas se las tiene que ver con historiadores que, para entendernos, son franquistas o neofranquistas. Pero en otras ocasiones tanto él como otros polemizan con los «equidistantes», esto es, los que vienen a decir que «tan culpables fueron unos como otros” en la Guerra civil o que el franquismo fue una dictadura, pero que la Segunda república distó mucho de ser un régimen democrático y que, en todo caso fracasó, dando lugar a la guerra; que, en consecuencia, la modélica transición o el régimen actual más se asemejan a la Restauración alfonsina (1876-1931) que al régimen del catorce de abril. Es lo que, por ejemplo, afirma sin sonrojarse el profesor Roberto Villa en una entrevista promocionadora de un libro suyo: «frente a la imagen que se ofrece de la Restauración como oligarquía y caciquismo –dice– su sistema político es una monarquía liberal perfectamente asimilable al modelo británico de gobierno parlamentario (…). Se estaba con aquella monarquía más cerca de la democracia liberal que de la Segunda república”. Lo que es tanto como olvidar el encasillado (=pucherazo), la ley de fugas o la ya notable corrupción en ese régimen, ue acabó siendo abandonado por muchso de sus adeptos.

Y algo no muy distinto nos dice Álvarez Junco en un artículo reciente, donde acaba afirmando que “la herencia de la transición es muy preferible a la de los años treinta», después de repetir que hoy no estamos en aquella tesitura, pero que los términos y modales violentos que se van imponiendo en los últimos tiempos en la política española…”no se sabe cómo pueden acabar», insinuando que a pesar de todo puede haber aún una catástrofe.

Desde luego, el miedo es libre y gratuito y cada cual puede abastecerse de él cuanto quiera. Pero es malo tanto para la vida personal como para la política, no siendo el menor daño que provoca el que mientras hablamos de injurias, balas o cuchillos, no afrontamos ni debatimos los problemas de la res pública.

 Y el miedo también es malo para la historiografía, tan malo como la mentira o la media verdad.



Fuente de la noticia: Pulsa para ver la noticia en el periódico que ha sido publicada.

(Salamanca Realidad Actual es un lector de noticias FEED que unifica las noticias de diferentes periódicos sobre Salamanca. No hemos redactado ninguna de las noticias aquí publicadas y la totalidad de el copyright de esta noticia pertenece a: salamancartvaldia.es y ).

Salamanca Realidad Actual

https://salamancarealidadactual.com

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *