Las últimas vacas salvajes de Europa están en Salamanca

 Las últimas vacas salvajes de Europa están en Salamanca


Andoni Rekagorri es muy conocido en el mundo taurino desde que en 1989 compró vacas y un hierro a Nicolás Fraile. Antes este bilbaíno era conocido como psiquiatra y, después, por haber cambiado la Medicina por la política y ejercer como concejal del Ayuntamiento de Bilbao -llegó a ser segundo teniente de alcalde de Iñaki Azkuna- y luego como director de Acción Social en la Diputación de Vizcaya. Ahora, jubilado, es ganadero, y encuentra su calma en el Campo Charro, en Martín de Yeltes.

Allí además del bravo, Rekagorri conserva vacas de raza betizu, en peligro de extinción y consideradas las últimas salvajes de Europa. Betizu significa en euskera “vaca huidiza” y desde hace muchos años poblaba las montañas vascas y navarras en semilibertad, sin casi manejo del hombre. Se adaptan al medio pero dan muy poca carne y sólo tienen leche cuando crían un ternero cada dos años, de ahí que la raza agonizara en torno a 1975.

A Rekagorri se le debe buena parte de su recuperación. Fue su protector en el País Vasco, y cuando los ganaderos la dejaban porque las pruebas sanitarias no permitían tenerlas sueltas todo el año en el monte, formó en los años 70 un rebaño en torno a un caserío y gracias a eso se animaron otros ganaderos de allí. En 2005 eran seis, con 50 animales.

Lo que hizo luego fue repartir las vacas entre el País Vasco y Salamanca. “Veía que si tenía un problema sanitario, como brucelosis o tuberculosis y me hacían un vacío sanitario -sacrificio obligatorio- sería una catástrofe para mí porque son vacas que conservo desde hace 40 años”. Así que tiene 15 cabezas en Martín de Yeltes como “componente cultural que nos hace disfrutar del entorno”.

Ahora, “y para mantener el equilibrio de la ganadería”, también se dedica al porcino ibérico pero no a cualquiera: al de la estirpe lampiño negro, que está en peligro de extinción. Son animales con ausencia de pelo y es una raza muy poco evolucionada, lo que hace que su ritmo de crecimiento sea más lento que el de otras variedades de ibérico. “Tenemos tendencia a buscar animales de la tierra y si hay que ayudar a conservarlos, lo hacemos”, explica.

¿Por qué en Salamanca? Andoni tiene dos explicaciones: “el aficionado taurino vasco tiene tendencia a ir a Salamanca” y, además, estudió Medicina en Bilbao pero leyó la tesis aquí.

De lo peor de la pandemia ha sido que su familia lleva un año sin pasar Salamanca cuando todas las semanas de los últimos 25 años han venido a “disfrutar de la ganadería”. Ahora, gracias en parte a su labor, hay más betizus en Salamanca, en concreto 33 registradas en Béjar. Su propietario se dedica a la producción de carne porque aunque se obtiene muy poca, “empieza a tener prestigio”, dice orgulloso Andoni.



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