El milagro de los corderos

El cordero siempre ha tenido una simbología propia, como lo demuestra la ingente cantidad de representaciones pictóricas y escultóricas que se remontan al mundo clásico pagano, sin contar, por supuesto, con las referencias cristianas. Desde que Jasón buscara el vellocino de oro hasta nuestros días, el cordero ha sido unas veces prototipo de animal sacrificial; otras, paradigma de inocencia, docilidad y mansedumbre. Los romanos, pueblo de pastores en sus inicios, consideraban de buen augurio pasar un vellón de lana por el dintel de la puerta.

Sabemos que la lana de las merinas se cotizaba en la bolsa de Ámsterdam, y fue una de las principales fuentes de divisas de la Corona española (se decía que la lana más blanca y fina era la llamada “lana leonesa”). No lejos de allí, en Gante, se encuentra el famoso políptico “La Adoración del Cordero Místico”, de los hermanos Van Eyck. Es un hecho que la iconografía corderil llega hasta Picasso, pasando, entre otros muchos, por Murillo, Ribera y los grabados y poemas de William Blake.

Cuando hace cuatro años la Fundación Vista Linda propició la visita de ganaderos australianos a la montaña leonesa para que conocieran la cuna de las merinas, los promotores de esa visita –yo entre ellos— no nos imaginábamos lo fructífero que acabaría siendo el intercambio de ideas y proyectos. Como resultado, durante el invierno nacieron en España unos cientos de corderos con semen y embriones de la finca de nuestros amigos merineros australianos Bruce y Carol Taylor. De este modo, una raza tan significativa para la cultura pastoril española, que ya se había visto mejorada al otro lado del mundo, regresa al punto de origen por obra y gracia de los adelantos científicos. Este trasvase redundará en la mayor calidad de la lana merina, esa que ahora parece despertar en los mercados y que celebró el 9 de abril su Día Europeo de la Lana.

Sería deseable que España recuperara el prestigio de antaño gracias a iniciativas como la de mis amigos ganaderos. Ni que decir tiene que para llevar a buen término la empresa hubo que sortear obstáculos burocráticos y requerimientos técnicos y sanitarios, pero el tesón y constancia de estos intrépidos emprendedores hicieron posible el milagro en la finca Fuente de los Romeros. Ahí tenemos el germen de un nuevo rebaño, cuyos primeros ejemplares –muchos trillizos y hasta algún cuatrillizo– vinieron al mundo el pasado noviembre en la comarca de La Serena. Bien sé que los corderos y las especulaciones en torno a ellos no producen grandes cambios sociales en un mundo posmoderno, mecanizado, informatizado y bastante idiotizado. Pero si creemos que la sostenibilidad no es una moda sino una actitud vital, el milagro de los corderos se repetirá cada temporada con los ciclos de la paridera.