El lamento de los hosteleros salmantinos: “Nos dan de comer, pero con un cordel en el cuello para no poder tragar”

 El lamento de los hosteleros salmantinos: “Nos dan de comer, pero con un cordel en el cuello para no poder tragar”

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La predicción meteorológica anunciaba chubascos mientras el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, pronunciaba el nombre de Salamanca como una de las ‘castigadas’ por superar la incidencia de 150 casos por 100.000 habitantes. Pauli Andrés, la más veterana de las hosteleras salmantinas, resumía muy bien el sentir mayoritario del sector: “Con las terrazas quieren mostrarnos que nos dan de comer, pero con un cordel en el cuello para no poder tragar”, explica gráficamente con la experiencia y el dolor de los hombros sobre los que pesa también la responsabilidad de sus empleados y sus familias.

La Plaza Mayor huía el martes de todo síntoma de vitalidad. Tan solo seis negocios abogaron por sacar las terrazas, aunque tan solo pudieron atender a las mesas que se refugiaban bajo los arcos. Valga como ejemplo uno de los establecimientos con más mesas que solo pudo poner 7 de las 30 que tenía disponibles. Tan solo a última hora de la tarde el tiempo dio un pequeño respiro, aunque las bajas temperaturas tampoco ayudaron a que el primer día de cierre de los interiores fuera satisfactorio. Las previsiones tampoco son nada halagüeñas. Tan solo el fin de semana parece que se va a librar de las precipitaciones, algo a lo que se agarran los hosteleros para poder salvar la semana. “Parece que se están quitando las nubes para el sábado, sería la única manera de hacer algo de caja”, explica José Alberto Sánchez Manero, dueño de un establecimiento de restauración.

Entre los empleados del sector también cundía el desánimo. En los locales que aún no les han aplicado un ERTE para atender el exterior, la palabra esperanza se ha esfumado de la caja de Pandora. “Se está atacando solo a la hostelería y están convirtiendo en una ruina el sector. Solo saben meterse con los bares y restaurantes”, detallaba José Francisco Valle, camarero de un céntrico establecimiento hostelero. El único deseo común se centra en un tiempo que apunta nublado al menos en siete de los próximos diez días.

Andrea Martín (camarera) “Nos machacan psicológicamente todos los meses”

Andrea trata de atender a las escasas mesas refugiadas entre los arcos de la Plaza Mayor. “Hoy vuelve a ser un día triste. Nos están machacando psicológicamente todos los meses. Primero abrimos, luego cerramos. Ya ni lo pensamos porque nos hacemos daño a nosotros mismos y van a hacer y deshacer lo que quieran. No tenemos la culpa de todo”, reflexiona.

José M. Nicolay (empresario): “El 80% del bar es interior. Se pierde la primavera”

José María ni siquiera saca las mesas de su negocio al ver el chaparrón. Tiene mesas, sombrillas y paravientos, pero en la mañana de ayer “no merecía la pena”. “El 80% de mi bar es interior y estos meses son muy buenos porque se trabaja bien dentro y fuera. Esto no es agosto y nos vamos a perder la primavera tras hacer lo mismo con el inicio del año”.

Víctor Cambronel (empleado): “Nos hunden una vez más. Esto es una ruina”

Víctor pasea entre las mesas vacías y trata de esconder unas sombrillas completamente empapadas a media mañana. “Nos están hundiendo y esto es una ruina”, clama contra una decisión que califica de “injusta”. “Otra vez nos colocan como los culpables, además los únicos, de los contagios. No podemos aprovechar ni las siete mesas del interior”.

Pauli Andrés (hostelera): “Guardamos la distancia y no contagiamos”

Pauli es un icono para la hostelería. A sus 83 años ve como el interior de su restaurante se vuelve a vaciar. Las terrazas están desiertas. “Guardamos la distancia, tenemos gel, cumplimos todas las medidas. ¿Cuándo se van a dar cuenta que en los restaurantes no hay contagios y sí en los botellones y las casas”, insiste destacando la fortaleza de la hostelería para la economía.

José F. Valle (camarero): “Solo podemos poner las mesas bajo los arcos”

Entre café y café. José Francisco hace una parada. Ni ha abierto las sombrillas. “Cuando llueven se empapan y no hay quien se siente”. Tan solo ha montado las siete mesas que están bajo los arcos de la Plaza. “Perdemos todo el interior y los días de lluvia nos quedamos con lo mínimo. La vida nos están dando los empresarios que no cierran”.

José A. Sánchez (hostelero): “Tenemos rabia y ya resignación cristiana”

A las doce y media de la mañana, su local suele estar completamente lleno tanto en el interior como en el exterior. Ayer había dos personas sentadas en la terraza. “Es horroroso. Una, y otra vez. Ya no sabemos que sentir si rabia, impotencia y ya hasta resignación cristiana”, incide a la vez que pide que la revisión de los criterios sea más corta. “Los 14 días son una tortura”.

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