La ciudad sin nombre

 La ciudad sin nombre


El 20 de febrero Don Benito y Villanueva de la Serena dejaron de ser pueblos para convertirse en la tercera ciudad de Extremadura, pero de momento ni está bautizada, ni sabemos si encontrará padrinos.

Los respectivos alcaldes lo tuvieron claro desde el primer momento: no querían ser protagonistas de nada, solo querían lo mejor para sus pueblos, y decidieron nombrar una comisión de expertos extremeños para que eligieran el nombre, que era lo más fácil de todo el complicado proceso, lo difícil había sido llegar a este punto y se había llegado felizmente.

Los expertos aceptaron el encargo con gran satisfacción, estudiaron el asunto con infinito cariño, y con toda la ilusión del mundo sugirieron dos nombres para elegir: Las Mestas del Guadiana y Concordia del Guadiana.

Personalmente yo habría descartado el primero. Las Mestas es un nombre precioso y muy extremeño, pero ya existe un pueblo con este nombre en la provincia de Cáceres, y aunque está más cerca del Tormes que del Guadiana, no deja de ser repetido en parte, además, esta es una ciudad y el otro es un pueblo, y no cuesta nada evitar confusiones. Pero el de Concordia ni me lo habría pensado, Concordia era el más apropiado para dos pueblos que decidieron unirse en lugar de separarse, para dos alcaldes que sacrificaron sus intereses personales por el futuro de sus vecinos. Pero ni Las Mestas, ni Concordia, la nueva ciudad extremeña, de momento, ni tiene nombre, ni sabemos quiénes serán los padrinos.

Es cierto que el ya histórico 20 de febrero, ni fueron todos los vecinos a votar, ni todos votaron a favor, como es normal en todas las consultas electorales. Lo realmente sospechoso habría sido lo contrario. Pero todos respetaron el resultado de las urnas civilizadamente y la mayoría celebraron la unión de los municipios. No se entiende pues que a la hora de conocerse los dos posibles nombres un grupo de vecinos se levantaran en armas, (entendiéndose por armas a caceroladas, gritos, amenazas e insultos a los expertos y a los alcaldes), porque los de Don Benito querían que se llamara Don Benito, y los de Villanueva, Villanueva. Es posible que algún partido político se encargara de meter cizaña para armar el revuelo que se armó, y ya se sabe que es más fácil convencer a cien personas que convencer a un par de ellas, pero solo han conseguido poner la nota discordante en una decisión tan hermosa como acertada porque la tercera ciudad de Extremadura nació el 20 de febrero y antes o después tendrá nombre.

Por último, ante la imposibilidad de bautizarla con un nombre nuevo, que habría sido lo ideal, me tomo la libertad de manifestar la siguiente sugerencia: entre Don Benito y Villanueva hay un hospital de la Seguridad Social que se llama “Hospital de Don Benito y Villanueva”. ¿Por qué no bautizarla con el mismo nombre? Al fin y al cabo se trata de la unión de dos pueblos, de un ayuntamiento, de un matrimonio, de un enlace que permitirá a todos ser del otro pueblo sin dejar de ser del suyo. Si ahora preguntáramos a cualquiera de los vecinos dónde te operaron, dónde nació el niño o dónde murió el abuelo, la respuesta sería simple: en Don Benito y Villanueva, refiriéndose al centro sanitario. Pues de surtir efecto, tres cuartas de lo mismo.

—¿De dónde eres?

—De Don Benito y Villanueva.

Y todos tan contentos.



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