Así recuerda esta bejarana su experiencia como mujer de musgo, más de 6 horas envuelta
Guarda un buen recuerdo de su participación en la procesión del Corpus en 2018 y anima al público a vivir una experiencia dura aunque muy satisfactoria.
–¿Cómo recuerda la experiencia de vestirse de musgo?
–Fue una experiencia muy bonita desde que nos vistieron hasta el final de la procesión. Yo estaba un poco preocupada por si hubiera alguna araña u hormiga en el musgo pero se me quitaron todos los miedos y disfruté mucho. De hecho, repetiría sin dudarlo porque así mantenemos viva la tradición.
–¿Qué es lo que menos le gustó de vestir de musgo?
– Para mi, lo peor fue la presión de las cuerdas en el cuerpo pero, sobre todo, en los brazos ya que se sienten menos en las piernas. Recuerdo que le pedí al trabajador del Ayuntamiento que cuida de nosotros durante la procesión, Julián García, que me moviera el brazo porque se me dormía de llevar la maza encima. Después de desvestirme, estuve dos días con el brazo entumido porque no pude moverlo durante las seis horas que estuve vestida de musgo. Otra preocupación que tenía era si me entraban ganas de ir al baño pero, al final, aguanté toda la procesión. No se puede ir al baño porque supondría quitar todo el musgo.
–¿Se le hizo pesado algún tramo de la procesión?
–Si. Desde que llegamos a la plaza frente a la iglesia de Santa María hasta que salió la comitiva con el Santísimo para iniciar la procesión. En ese rato, estuvimos parados y al sol y tuve que pedir a mi marido, Javier Belloso, que me diera agua porque no aguantaba el calor. También se me hizo muy largo la parte en la que se rinden las banderas en la Plaza Mayor porque sentía los brazos entumidos y me dolían después de muchas horas.
–¿Cómo soportó el calor?
–Llevamos debajo del musgo un mono para aislar la piel y, antes de salir hacia el Ayuntamiento, riegan el musgo sobre nosotros para que se hidrate. Además, yo estaba deseando beber agua para no deshidratarme. Fue un alivio cuando me quité el musgo porque el mono estaba completamente empapado. La piel estaba arrugada por la humedad y deseaba llegar a casa para ducharme. Además, me olía todo a musgo.
–¿Sintió en algún momento claustrofobia?
–No, no sentí claustrofobia ni sentí agobio en ningún momento.
“Estaba preocupada por si había alguna araña u hormiga en el musgo pero se me quitaron todos los miedos y disfruté”
–¿Es difícil caminar con el musgo y las cuerdas sobre el cuerpo?
–Es difícil andar porque está el tomillo en el suelo y se va trabando en los pies. Además, como no tenemos ni apenas visión, tampoco podemos mirar lo que pisamos y todo lo que hay en el suelo, nos lo llevamos por delante. Lo bueno del recorrido es que no hay escalones excepto en el momento de rendir las banderas pero nos ayudan a subir. En mi caso, rendí bandera con la concejala Purificación Pozo y no pudimos arrodillarnos, solamente hicimos un gesto de inclinar la cabeza ante el Santísimo.
–¿Por qué se animó a vivir esa experiencia?
–Porque tenía muchas ganas y se lo dije a mi amigo David Hernández y a su padre, Antonio, y salimos los tres vestidos de musgo. En nuestro caso, tuvimos que esperar solamente cuatro años hasta que nos llamaron para participar.
–¿Qué consejo daría a la gente que duda si vestirse o no de musgo?
–Yo animo a aquellos que quieren vestirse de musgo porque no es una experiencia tan agobiante como parece y se disfruta. Además, cuidan mucho de los Hombres de Musgo durante el recorrido.
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