La exposición en un carrete, por Pablo de la Peña

 La exposición en un carrete, por Pablo de la Peña


Me gustaría resolver mis exposiciones fotográficas con destreza y determinación, incluso me encantaría concluir alguna otorgándome un aprobado. No soy excesivamente exigente, pero sí busco un resultado que muestre una evolución satisfactoria, esta premisa me crea bastante confusión a la hora de iniciar un planteamiento.

En mis proyectos tomo como referencia trabajos de artistas que conozco o ideas que me atraen y las adapto a mis conocimientos, a mi experiencia, a mi propósito. La adaptación no me inquieta, pero sí me desnorta el cambio de rumbo que no puedo controlar cuando prolongo la ejecución más de lo previsto.

En el desarrollo de un trabajo me influye considerablemente el aspecto anímico. La vida es un constante desafío emocional que marca las decisiones que tomamos. Por esto, la proyección de una idea va más allá de la argumentación de un concepto. Con el paso del tiempo es complicado mantener la inercia de la primera intención.

El punto de partida está marcado por una serie de estímulos que avivan mi decisión de empezar, decisión que toma forma en un croquis emocional desdibujado una y otra vez hasta esbozar definitivamente el concepto que da cuerpo a la idea que decido trabajar.

Si pudiese plasmar hoja a hoja en una libreta los sentimientos que me asaltan en el camino, se podría ver su variación gradual de una página a otra al pasarlas con rapidez, como si de una viñeta animada se tratara. Es decir, formarían un folioscopio o un flipbook, y esta transición emocional es lo que me gusta mostrar en la fotografía, cuando me planteo una exposición.

Hace unos meses decidí afrontar mi primera exposición de fotografía analógica, animado por el curso de revelado que hice en Artística Marciana y a la previa adquisición de una Nikon FM por el método del trueque. Siempre he pensado que es una experiencia que debo tener más allá del resultado final.

Mi intención era hacer una serie corta, entre diez o catorce fotografías, desarrollando un concepto, algo que hasta ahora no he hecho, aunque sí he montado exposiciones con un punto en común pero con un origen dispar, es decir, eran fotografías agrupadas para crear un concepto, no creadas desde un concepto único.

Al poco tiempo de iniciar el trabajo, la máquina se estropeó. Como desconozco este mundo analógico, pedí información sobre alguna persona que reparase estas máquinas en Salamanca, a fin de abaratar costes y evitar los portes si la enviaba a Madrid. Me hablaron de Alberto Vicioso a quien yo seguía como fotógrafo, aunque no nos conocíamos personalmente.

Contacté con él, puse la máquina en sus manos y al desmontarla, la encontró en un estado preocupante por el paso de los años, entonces decidí esperar para continuar el proyecto en lugar de usar otra máquina que él mismo y otra persona me ofrecieron.

En este tiempo de espera el proyecto ha pasado por diferentes caminos. Unos meses después, con el milagro concluido gracias a las manos sanadoras de Alberto, retomo un proyecto del que solo queda el propósito de hacer una serie de fotografía analógica.

En este momento me encuentro en el paso previo de esbozar sensaciones, sentimientos, emociones para optar a mi aprobado personal.

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