Solo apreciamos la riqueza de la paz cuando la perdemos

 Solo apreciamos la riqueza de la paz cuando la perdemos


Cuando aún toda la Humanidad estamos sumergidos en pasar la supuesta última fase de la guerra contra el Covid-19, de repente nos sacude nuestra esperanza de sosiego y normalidad, otra guerra, la invasión de Ucrania por Rusia, en pleno territorio europeo. No ha pasado ni un siglo ( si exceptuamos el conflicto de los Balcanes) desde el final de la devastadora Segunda Guerra Mundial, y ya Europa es sacudida de nuevo por otra peligrosa guerra.

Hace poco más de un mes, en las escasas conversaciones que teníamos con amigos, compañeros de generación, durante la pandemia, de vez en cuando salía por boca de alguno el temor improbable de alguna otra catástrofe: ? Ya solo nos faltaría que ahora hubiera una guerra, para tener que experimentar todas las desgracias posibles en una vida?, nos oíamos decir.

Y ha ocurrido. Aunque muchos españoles no votaron aquel referendum confuso de ?OTAN, de entrada no?, la realidad es que aquellos convocantes nos metieron en la OTAN de lleno. Y por eso ahora no podemos ser neutrales en esta invasión rusa.

Si hace un mes estábamos iniciando el camino de la recuperación del equilibrio emocional y de la economía, ambas maltrechas por la pandemia, ahora, de nuevo, la inquietud colectiva se recrudece; no solamente bajan las Bolsas, sino, más importante, bajan nuestros estados de ánimo, nuestra esperanza en un futuro estable en nuestras vidas.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos normales y corrientes, sintiéndonos movilizar por estos acontecimientos traumáticos? La confianza es ?el misterio? que ayuda a resolver los problemas. Lo han demostrado investigadores sociales comparando cómo unas naciones han tenido un mayor éxito en la lucha contra el Covid-19 que otras que han sido más dañadas, en número de contagios, de muertes, de inestabilidad; además de los recursos económicos para adquirir vacunas, los países de más éxito han sido aquellos cuyos ciudadanos han confiado más en sus gobiernos.

Los psicoterapeutas, los médicos, los sanitarios en general, sabemos y vemos en nuestra práctica cómo los procesos de enfermedad varían y cómo los tratamientos se vuelven más eficaces, cuando el paciente confía en la persona o equipo que se responsabiliza del tratamiento. De tal modo influye el sentimiento de confianza en el otro, que es la explicación del llamado efecto placebo de muchos ?tratamientos?: no son los efectos químicos del medicamento a prueba en el organismo del paciente, sino la relación de confianza con el que medica o toma decisiones, los que producen ese efecto ?placebo?.

Hay que confiar más en las palabras que en la violencia, más en las mesas de negociación que en los bombardeos, más en la capacidad del ser humano de hacer el bien, que en las tendencias destructivas y autodestructivas que también habitan la naturaleza humana. Más en los razonamientos que en las ambiciones.

Ojalá en esta primavera podamos disfrutar de los campos floridos de Ucrania, aquellos que desde su corazón y su inteligencia Chejov nos dibujó en sus cientos de cuentos y relatos.



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