Las vacunas frente a Covid-19 también evitan la trasmisión del virus
Las vacunas para el Covid-19 están diseñadas para prevenir la enfermedad que causa el SARS-CoV-2 pero algunos investigadores creen que son también efectivas para prevenir la transmisión del coronavirus.
De hecho, a medida que aumenta el número de personas vacunadas contra el SARS-CoV-2 en todo el mundo, se conocen más datos poblacionales sobre la capacidad de las vacunas para reducir la infección. Los ensayos clínicos han demostrado que estas vacunas reducen drásticamente el Covid-19 sintomático; sin embargo, se sabe menos acerca de sus efectos sobre la transmisión entre individuos.
La sensación es que, a medida que la vacuna se extiende a nivel mundial, se está comenzando a ver una menor transmisión del SARS-CoV-2 de persona a persona.
Ahora, en un artículo que se publica en «
The Lacent Infectiuos Diseases», DariusMostaghimi, del equipo de Akiko Iwaski, de la
Universidad de Yale (EE.UU.), se subraya que «las vacunas brindan una capacidad de moderada a excelente para la infección» y además se explican los mecanismos inmunológicos que hacen que las vacunas reduzcan la transmisión de manera tangible y efectiva.
«Observamos cuatro etapas por las cuales la inmunidad inducida por la vacuna puede frenar la transmisión: infección, replicación viral, umbral para la propagación de hospedador a hospedador y gravedad de síntomas», escriben en el artículo.
Señala este investigador que hay estudios que muestran que las vacunas previenen la transmisión «al menos en un 50% después de una dosis».
¿Cómo?
En el artículo de
«The Lacent Infectiuos Diseases» se describe que si no se cumplen alguno de estos requisitos previos- infección, replicación viral, umbral para la propagación de hospedador a hospedador y la gravedad de los síntomas-, el virus no es capaz de transmitirse e infectar.
Explican los investigadores que «si una vacuna puede evitar, durante la fase de infección, que la proteína pico se una a ACE2, el virus no puede infectar».
La fase de infección es cuando el virus ingresa a las células diana. «Este paso -aclaran- requiere que el virus aterrice en la mucosa respiratoria de la nariz y pulmones de un individuo susceptible, que la proteína del pico viral se una activamente a ACE2 y que el virus se infiltre en la célula».
Y de acuerdo con la tesis de este trabajo, «si no se cumple alguno de estos requisitos previos, el virus no puede infectar. Por lo tanto, si una vacuna puede evitar que la proteína pico se una a ACE2, el virus pierde su capacidad de contagiar».
Además, detallan, las vacunas previenen la infección al producir mayores cantidades de anticuerpos neutralizantes (NAbs). Estos «neutralizan la infectividad de un virus».
Y recuerdan que todas las vacunas han demostrado ser excelentes a la hora de inducir la neutralización de IgA e IgG en sangre.
Desafortunadamente, matizan, la infección no se produce en la sangre, sino a través de la mucosa respiratoria. Por ello, el freno a la infección también debe ocurrir aquí. «Para prevenir la infección, hay que tener muchos NAbs en estas zonas, nariz y pulmones».
La buena noticia es que se han detectado niveles de anticuerpos IgG neutralizantes en la saliva de las personas vacunadas con las vacunas de ARNm (Moderna o Pfizer).
Pero si la esterilización de NAbs es insuficiente para evitar que el virus entre en las células, el SARS-CoV-2 se replica y genera un mayor número de copias dentro de su anfitrión. Afortunadamente se ha visto que los individuos completamente vacunados con Pfizer BioNTech, Moderna y AstraZeneca tienen una carga viral baja en nariz y pulmones.
Para los investigadores, «estos mecanismos inmunitarios inducidos por la vacuna interrumpen la replicación viral y evitan que el SARS-CoV-2 alcance niveles lo suficientemente altos como para causar síntomas y / o transmitirlos por completo».
Y, continúan, al mantener bajos los niveles del virus, las vacunas disminuyen así el número de partículas del virus que son emitidas por los individuos infectados.
Se sabe que la carga viral nasofaríngea tiene una fuerte correlación con el potencial de transmisibilidad. De esta forma, si hay menos carga viral en las mucosas de la nariz, habrá menos capacidad de infectar.
Por último, añaden, se ha demostrado que las vacunas reducen drásticamente los síntomas y la gravedad del Covid-19. El resultado es que se limitan las vías de propagación de las microbiopartículas en aerosol entre los individuos.
Es decir, concluyen, «las vacunas también pueden limitar el período infeccioso de los individuos infectados, además de la transmisión».
El hecho de las vacunas actuales puedan tener algún efecto sobre la transmisión afectará considerablemente el curso de los brotes en los países que utilizan estas vacunas.
Sin embargo reconocen en su trabajo, hay dudas sobre hasta qué punto las variantes emergentes pueden evadir la inmunidad existente y si la inmunidad disminuye con el tiempo. «La aparición de la variante delta pone a prueba nuestra menguante inmunidad derivada de la vacunación y estimaciones previas de la eficacia de la vacuna», apuntan.
Afortunadamente, añade, se está demostrando que las dosis de refuerzo restauran la protección contra la infección.
Por este motivo, es esencial la vigilancia integral de los genotipos virales, la presentación clínica, la historia clínica y la demografía de las personas infectadas con el SARS-CoV-2 después de la vacunación.
Los estudios de los próximos meses arrojarán luz sobre la capacidad última de estas vacunas para prevenir la transmisión e identificarán la necesidad o no de actualizar las vacunas.
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