Pablo Aguado se sincera en el Campo Charro

Pablo Aguado tiene el don, y la virtud innata, de torear a una velocidad menos que el resto del escalafón. Esa marcha por debajo cayó como un relámpago hace dos primaveras en La Maestranza. Cuatro orejas a un lote de Jandilla, la Puerta del Príncipe. La euforia. Una catarsis colectiva que removió las estructuras del toreo. De repente, Aguado tenía en sus manos el pasaporte a los carteles estelares de las grandes ferias. Una nueva vida. Morante sintió amenazado su trono aquella tarde cuando muchos le encumbraron ya a lo más alto. Es el nuevo torero de Sevilla, sin que el de La Puebla haya dicho aún su última palabra.
Una semana más tarde, con un Montalvo, en Madrid, paró el tiempo, enmudeció Las Ventas como no se recordaba en una obra maravillosa que sirvió para paladear el toreo más exquisito. Dos años después Pablo Aguado tiene una sonrisa de paz. Aparca en la misma tapia de la plaza de tientas de Agustínez el coche, que conduce acompañado del maestro Curro Vázquez, para saludar a los ganaderos. Doña Pilar Majeroni preside el encuentro; su hija María José y Fernando, atentos como siempre, hacen de perfectos anfitriones. Es el reencuentro de Aguado con los ganaderos de Castillejo de Huebra tras aquella faena que casi nadie vio y de la que muchos hablan de una tarde casi anónima en Gamarde (31 de marzo de 2019), cuarenta días y dos toros antes de la explosión de Sevilla: “La primera vaca, mientras la toreaba, me recordó muchas cosas de aquel toro”, dijo.
Con castillejos logró la segunda puerta grande de su carrera como matador. Tras dos primaveras se ha estrenado en una tienta ante las vacas murubeñas que pastan en las riberas del Huebra: “Son embestidas especiales, distintas y me atrevería a decir que casi únicas”, confesaba el torero al acabar la prueba mientras se secaba el sudor de un intenso entrenamiento. Se le ve fino y preparado, metido y concentrado en lo que viene. Las vacas de Castillejo han embestido a lo grande y Pablo tuvo un rival inmenso en Diego Urdiales, que cuajó una mañana memorable. Aguado le dio cumplida respuesta. Resultó una mañana para paladear. De las que no se olvidan. Dos diestros que rinden culto al toreo clásico, de los que torean con la cintura. Y con el alma. De los que entienden que el toreo es caricia y seda. Los que rivalizan por torear cada vez más despacio. Y eso pasó. Esa manera de reducir el ímpetu de las embestidas es la que sirve para marcar las diferencias.
–Tras el aldabonazo de Sevilla en 2019, si hay alguien a quien le afectó el parón del año pasado y las dudas de este fue a su carrera… ¿Cómo se vive eso?
–Fue un jarro de agua fría, se van al traste las ilusiones cuando había una temporada soñada; pero son circunstancias que uno no domina, se escapan a mi alcance y lo llevo relativamente bien. Hay gente que lo está pasando muy mal, lo mío es un mal menor.
–¿Cómo ve lo que está sucediendo en Sevilla, en el aire los toros cuando se celebran otros eventos con miles de espectadores sin distancia de seguridad en recintos cerrados? Cuando los políticos miran para otro lado o cuando otras comunidades autorizan aforos al 50% o el 75% en sus plazas…
–Estamos en una situación de incertidumbre total, en la que uno cree que todos los que toman decisiones lo hacen con la mejor intención y mirando por el bien general. No me quería ver ni en el papel de la empresa ni en el de la Junta. Es una situación muy difícil. Lo mismo escuchas noticias buenas que todo se va al traste. Lo que sí es cierto es que hasta ahora, todos los festejos taurinos han sido un ejemplo de orden en cuanto al cumplimiento de normativas y no han salido casos positivos.
–¿De qué manera afecta a un torero toda la incertidumbre que se genera en torno a la celebración de los espectáculos taurinos?
–Es difícil mentalizarte, es obvio. Saber que es posible que un festejo anunciado no se pueda dar requiere un esfuerzo de preparación y mentalización fuerte para no caer en el desánimo.
–Ahora que se acerca la fecha del 10 de mayo y que está de nuevo anunciado en La Maestranza, si mira para atrás, ¿qué ve?
–Aquella tarde abrió un horizonte nuevo en mi carrera. Pero ya la tengo en el olvido, no me gusta ahondar en lo hecho sino que prefiero ilusionarme en el futuro y prepararme para volverlo a repetir por muy difícil que sea.
–¿Cómo recuerda aquel día?
–(Le cuesta arrancar la respuesta). Como un acto de inhibición de las presiones que te rodean en una tarde tan decisiva. Tras el miedo y la responsabilidad que se pasa… llegas a respirar hondo y lo recuerdas como algo mágico. Uno no se atreve siquiera a soñar tanto. Sí es cierto que cada vez que entrenas te imaginas triunfando en Sevilla y cuajando un toro, pero uno jamás llega a pensar una tarde así.
–Y ahora, ¿con qué se puede llegar a sorprender?
–Ni lo se ni me lo planteo. Mi ilusión es que me embista un toro, no me como la cabeza con más adornos, trato de simplificarlo todo y no pensar más de la cuenta.
–Más faenas de 2019…
–Cada una fue distinta y especial, Huelva, Ronda, San Sebastián de los Reyes, Nimes, Logroño…
–De Salamanca, ¿el recuerdo es más agrio que dulce?
–No hubo suerte, recuerdo algún lance al primer toro, pero… Recuerdo que llegué con mucha ilusión a una plaza que para mí es emblemática. De aquel día no me olvidaré jamás la impresión que me causó ver en los tendidos al maestro Santiago Martín ‘El Viti’.
–¿Y en qué le cambió la vida en estos dos últimos años?
–Taurinamente en todo. En lo personal, tener que afrontar una serie de compromisos a los que no se puede atender a todos y que te llegan a abrumar en tu vida personal. Compromisos de medios, de saber que tus palabras pueden y tienen mucha repercusión.
–¿Lo que más le sorprendió?
–Lo que puede calar en una persona una tarde de toros.
–Y en esta travesía por el desierto, antes de la pandemia, llegó a su carrera el maestro Curro Vázquez, ¿qué le aporta?
–La seguridad de tener al lado alguien que ha pasado y vive tus miedos, inquietudes, dudas y que, encima, entiende el toreo como tú.
–Es el último torero que ha logrado cambiar las estructuras cuando parece que los empresarios dejaron de valorar los triunfos en el ruedo. Y casos hay de triunfos en Sevilla o Madrid que luego apenas tuvieron luego oportunidades. ¿Qué hay que hacer para romper esos esquemas?
–Ser fiel a lo que uno siente y no intentar seguir una tauromaquia escrita. Dejar que tus sentimientos afloren, sacar tu propia tauromaquia a la mínima oportunidad que tengas.
–Y eso de que no se valoren los triunfos ganados en el ruedo…
–Claro que ha habido injusticias, triunfos que no se han visto reflejados en contratos, cada torero y cada triunfo es un mundo. Cuando triunfamos y no tiene eco en los despachos, uno tiene que entonar el mea culpa y saber porqué no hubo esa repercusión. Uno, para bien y para mal, siempre es culpable de lo que sucede.
–¿Por qué el toreo tiene que estar continuamente cuestionado?
–Hay que ser consciente de que es un espectáculo que no es fácil de entender. Lo demás que digamos son adornos. Para conocerlo hay que tener una mente abierta y, cuando te adentras en él, descubres cosas que no podías ni imaginar. Hay que saber explicarlo bien también.
–¿Teme que en este tiempo de pandemia, sin apenas actividad, la gente se desenganche del toreo?
–En absoluto. Lo hemos visto en los festejos celebrados. El aficionado está con ganas de toros y eso se palpa cuando rompe un paseíllo, ese ambiente de sensaciones a flor de piel es fruto de ganas de toros que hemos pasado todos en todo este tiempo.
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