Oración y reflexión en la ciudad diversa
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Apenas pasan cinco minutos de las 18:00 horas. Ya suena el Adhán, el llamado a la oración que el almuédano dirige a los fieles a fin de recordar que ya falta poco para el Asr, el tercer rezo del día. Es momento de recogimiento y reflexión. El imán se acerca al mimbar, orientado a La Meca, para dirigir en perfecto árabe los cuatro ciclos del ritual de la media tarde. Detrás, con la misma alineación, una quincena de musulmanes reproduce con sincronía cada prosternación ante su alfombra, y recita en trance los indicados versículos del Corán hasta culminar la última salutación. Aún quedarán dos oraciones más para completar el Salat del viernes, cuando asoma el ocaso del Shaabán, mes que precede al sagrado Ramadán, que comenzó este martes.
La divina espiritualidad que durante el rezo inunda cada rincón de la austera mezquita de Salamanca, en el corazón del barrio Garrido, sobrecoge y obliga a agradecer con sumo respeto el privilegio de presenciarlo. Por momentos, solo el disparador de la reportera gráfica de la Agencia Ical resuena con excusable timidez, como pidiendo permiso, entre el solemne silencio. Con los pies descalzos, ha debido cubrir su cabello con un hiyab improvisado y su cuerpo con una túnica, cortesía de la casa, para desempeñar su labor en un lugar sagrado. Ningún problema. La hospitalidad es máxima. El presidente de la Comunidad Islámica de Salamanca, Ahmed Lazrek, y el imán de la Mezquita, Ghouzali Abdelouahad, se encargan de las atenciones.
«La mezquita, en nuestra religión, es un lugar importante. No es solo para rezar, es más que eso. Aquí se tratan los problemas de la gente que viene a pedir ayuda. Es algo abierto, no cerrado. En Europa se piensa que es donde se junta gente muy cabezona, pero no. Es donde enseñamos a los niños nuestra cultura, nuestro idioma y el Corán», resume el presidente. Ahmed lleva apenas dos años al frente de la junta directiva de la Comunidad Islámica de Salamanca y le ha tocado lidiar con la pandemia. Una circunstancia que irremediablemente ha cambiado algunas costumbres. Por ejemplo, a la puerta del templo, un taco de mascarillas y un bote de gel hidoalcohólico, que sirve para sustituir al sagrado lavado de manos, suspendido por el momento, dan la bienvenida.
En su búsqueda por encontrar la tranquilidad y «a ellos mismos» en un espacio regido por sus propias normas, pero inserto en una entorno diferente, los miembros de la Comunidad Islámica tratan, con profundo afán, de no suponer un problema en el barrio. «Hacemos lo posible para no molestar. Queremos conocer a la gente y enseñar lo que significa esto. Cuando alguien choca con otro y se enfadan, decimos que no hay que sacar las palabras malas», reflexiona Lazrek, con un castellano voluntarioso aunque algo trabado. A los que como él llegan, por ejemplo, de Marruecos tratan de guiarlos en su inserción social para que puedan labrarse un futuro en un contexto de vida distinto.
«Aquí enseñamos a los niños cómo vivir siendo musulmán. Porqué no hacemos fiestas en bares, ni tomamos alcohol, ni vamos al burdel. Hay que respetar esto. Mostramos qué significa la casa y cómo tratar a las mujeres, qué significa casarse. Antes debe venir a la mezquita, pedir consejo al imán para pedir la mano y, si se lo puede permitir, hacer una fiesta. Les decimos que no corten los lazos con su familia», cuenta el presidente sobre cómo se construyen las sociedades islámicas en territorio ajeno. En Salamanca hay, según sus datos, unos tres mil musulmanes repartidos por toda la ciudad, aunque están más presentes en el propio barrio Garrido, en San José y en Santa Marta de Tormes.
Por eso, piensan que la mezquita de Garrido se les queda pequeña y pretenden construir otra más allá de Würzburg, camino de Villares de la Reina, con 500 metros cuadrados y mayor capacidad. Sin embargo, no cuentan, de momento, con las licencias municipales pertinentes. Algo que viven con resignación, conscientes de que puede llevar mucho tiempo. «No tenemos los permisos todavía. Si hay una puerta a la ayuda o a facilitar para que se pueda iniciar los papeles, lo agradeceríamos», reclama Ahmed, reconociendo que están teniendo problemas de aforo que se han visto agravados por la pandemia. «No nos gusta decir a la gente que no puede venir a la casa de Dios, así que cuando vienen muchos tenemos que hacer varios grupos y rezar por turnos», explica el presidente.
Por otro lado, entre los asistentes del viernes se encuentra Tarik Hnini. Se dedica a coordinar actividades para la decena escasa de jóvenes musulmanes que suelen acudir a la mezquita y, entre otras cosas, lleva las redes sociales de la Comunidad Islámica de Salamanca. «La mayoría hemos estudiado aquí y creemos que es el momento para formar una piña y consolidar nuestra fe en el Islam. Queremos que las personas que quieran profundizar en la religión, incluso que hayan nacido aquí y les falte un poco de conocimiento, tengan un sitio donde hacer preguntas y recibir respuestas», comenta Tarik en perfecto castellano. Tras llevar recientemente a un divulgador desde Madrid con el fin de «dar a los jóvenes herramientas para representar a su comunidad», su objetivo ahora es constituir una asociación dentro de la Comunidad y contar con un espacio para organizar nuevos eventos.
El mes sagrado
El próximo martes, 13 de abril, para los musulmanes comienza el mes sagrado. Según cuentan en la mezquita, antiguamente, cuando había guerra, se paraba durante el Ramadán para comerciar. No pueden tocar la comida ni practicar sexo desde el alba hasta la caída del sol. Pueden ser más o menos horas en función de lo que tarde en llegar el ocaso por la época del año. «Es el mes en el que el Corán baja a nosotros completamente. No es algo impuesto, es algo sale del corazón. Si te obligan, es que no sale de dentro. Damos algo muy importante de nuestra vida para acercarnos a Dios», explica el presidente, resumiendo su demostración de cercanía a Alá mediante el sacrificio carnal.
Además, durante el Ramadán tienen lugar los actos más altruistas de los musulmanes. «Sacamos todo el dinero que podemos para ayudar a los pobres y también nos lo gastamos para dar algo bueno a los niños, que pasan hambre durante el día. Les damos lo mejor que podemos para comer», indica. Asimismo, es el mes en el que más rezan, con mayor frecuencia y durante más tiempo. «Creemos que Alá ata a todos los malos durante el Ramadán. Al final hacemos una pequeña fuerza en la que rezamos, escuchamos los consejos del imán, ayudamos a los pobres, nos abrazamos y nos invitamos a comer en nuestras casas», comenta. Ahora, eso sí, con la pandemia no pueden hacerlo igual. «Venimos, rezamos y nos vamos», matiza Ahmed acompañando la frase con un gesto universal sobre el acto de marcharse.
Imán fijo
Una de las medidas que tomó la actual junta directiva de la Comunidad Islámica de Salamanca cuando tomó posesión hace ahora dos años fue la contratación de un imán permanente para la mezquita de Garrido. Anteriormente carecía de él y debían llamar a uno cuando había celebraciones importantes. «Él puede conducir la vida de la mezquita. Su trabajo es este, porque yo no puedo estar aquí siempre. Es una persona muy importante para nosotros», explica el presidente, en presencia de un respetuoso Ghouzali Abdelouahad, que atiende a Ical antes y después de orquestar el rezo de media tarde.
El imán llegó por primera vez a Salamanca hace más de 15 años. Tras un periodo instalado en la capital del Tormes, la crisis generada por la burbuja inmobiliaria hace una década le obligó a desplazarse a otra ciudad por motivos laborales. Tras nueve años de ausencia, regresó por la llamada de Ahmed Lazrek para hacerse cargo del puesto de imán en la mezquita de Garrido y coordinar sus cinco rezos diarios. «Todos los musulmanes de aquí son buenas personas, muy abiertas. La gente de España también nos ayuda. Nosotros no creamos problemas, ayudamos a comprender. Nuestra religión da la mano a la gente que no sabe lo que significa el Islam. Seguimos las palabras de nuestro profeta que nos pidió que enseñáramos aunque fuera una sola frase del Corán», reflexiona.
Abdelouahad, además de docto en materia religiosa, ejerce como nexo de unión entre la Comunidad. «La educación es muy importante en el Islam y eso hace respetar a la gente. Además de rezar y conocer a Dios, es importante convivir», recalca, a la vez que revela que la mayoría son marroquíes, aunque también hay argelinos, egipcios y «cinco o seis familias» de Bangladesh. «Sin olvidar a nuestros hermanos musulmanes salmantinos, que hay cuatro o cinco chicos que vienen. Antes venían más, pero la vida cambia las cosas y algunos se tienen que ir para buscar el pan», apunta.
Polarización y violencia
Por fortuna, los tiempos de pintadas en la mezquita y actos de intimidación quedaron atrás. Lo tienen lejano en el recuerdo y destacan la tranquilidad que viven en el barrio. Además, tienen conexiones con la asociación vecinal de Garrido y con Ascem en materia de actividades de integración. Sobre la polarización que vive el país en asuntos de inmigración, Ahmed Lazrek reconoce que en los últimos años la gente musulmana «ha perdido un poco de ánimo dentro de España», recordando el ataque sufrido en la mezquita de San Javier, en Murcia, que fue calcinada hace apenas un par de meses, o «cuando molestan a algunas chicas con pañuelo».
«No es de la población española, es de algunos políticos que crean estos problemas. Esta es nuestra vida, nosotros no molestamos a los otros. Si tú tienes otra religión, yo no te voy a decir que tu creencia es falsa. Lo primero que dice el Islam es que tú no puedes obligar a alguien a salir de su creencia para entrar en la tuya. Puedes hablar con él y explicarle lo que significa para ti», reflexiona el presidente de la Comunidad Islámica de Salamanca, a la vez que aclara que no desea meterse en política y que prefiere responder solo a los asuntos que toca el Islam. «Cuando vinimos aquí, como musulmanes, no vinimos para tirar solo por nuestra cuenta, nosotros luchamos porque el país crezca y tire hacia adelante. Yo estoy aquí y mis hijos crecen aquí», recuerda.
Sin embargo, durante los últimos lustros numerosas manifestaciones violencias, verdaderas atrocidades, se han cometido en nombre, supuestamente, del Islam. En Salamanca lo tienen claro. El imán condena cualquiera de esos actos sin paliativos. «Eso no es correcto. Si la gente sabe lo que significa el Islam, no puede hacer eso. Hay gente que dice que ellos son islámicos, pero de verdad no son como nosotros Y son como un cuchillo en nuestra espalda. Hacen cosas que nosotros no queremos. Aquí nadie va a ayudar a esta gente y nadie va a decir que son hermanos nuestros. No te digo que no, hay personas musulmanas que son malos de verdad. Como en otras religiones», reflexiona Ghouzali Abdelouahad.
A su vez, Ahmed Lazrek recuerda que en la historia antigua, cuando el Islam estaba en Andalucía, «donde hay calles musulmanas, cristianas y judías», convivieron 800 años. ¿Por qué nosotros no podemos? Ellos no entienden esto. Y los que dicen que somos todos terroristas, no pueden quitarnos a todos de la tierra, somos dos mil millones», advierte, dejando claro que la única solución pasa por el diálogo y la convivencia. «Nos sentamos a la mesa y discutimos. Hay que charlar», invita, predicando con el ejemplo.
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