La localidad salmantina que es un refugio para ‘hijos del pueblo’ en tiempos de pandemia

 La localidad salmantina que es un refugio para ‘hijos del pueblo’ en tiempos de pandemia


La idea que tenía cuando dejé de trabajar era disfrutar del pueblo porque siempre me ha gustado venir. Dicen que te faltan muchas cosas, pero tienes mucha calidad de vida”, explica Higinia Rollán, una vecina de Navamorales que ha pasado toda la pandemia en el pueblo y sólo ha salido dos veces por cuestiones personales y cuando las limitaciones lo han permitido.

Como ella, son muchos los hijos de Navamorales que viven en Salamanca o Madrid y que han decidido volver a sus orígenes por una mayor seguridad. Es el caso también de Pablo Molano, jubilado que vive en el pueblo con su mujer. Antes de la pandemia, pasaba más tiempo en Madrid que aquí, pero no ha vuelto a la capital desde marzo del año pasado. Tanto Higinia como Pablo tienen el problema de no conducir (él sí tiene coche, pero sólo puede hacer recorridos cortos), y por eso se quejan de la falta de autobús que les obliga a buscarse la vida con un taxi o con los hijos, pero están fuera y ahora no pueden venir.

Higinia denuncia también el problema de la falta de cobertura. Un mal crónico del medio rural, que las empresas no remedian y que el Gobierno no ataja. Supone un freno para muchos emprendedores y es, a todas luces, el gran problema junto con la situación sanitaria. Y es que, en cuestión de servicios básicos, señalan: “estamos cubiertos”. “El supermercado llega de forma ambulante. También vienen el panadero, el pescadero con pescado fresco de Salamanca y los hay que llegan con embutidos, carne o huevos. Las necesidades básicas las tenemos todas. La carne, cuando no se podía cambiar de provincia, nos la traía desde Piedrahita (Ávila) la carnicería en la que compramos siempre. A pesar de la pandemia, aquí la vida es tranquila”, explica.

Cuenta Higinia que tiene un hijo en Madrid y una hija en México, que pudo venir en verano, y lamenta que no pueda ir con normalidad a Madrid hasta que se ponga fin a los cierres perimetrales. Por eso espera con ansía que llegue ese momento “y tener la libertad de poder coger el autobús y de irme y volver cuando quiera”.

La localidad se ubica en la comarca del Alto Tormes y es la única salmantina que forma parte del valle del Corneja, muy próxima además al límite con Ávila. De ahí que la villa abulense de Piedrahita sea un centro de referencia para muchos hijos del pueblo que viven allí, algo que en los primeros meses de pandemia se convirtió en un problema al tratarse de dos provincias diferentes. Algunos vecinos, como Seve Guillén, podían acercarse pese a ello porque tiene perros en el pueblo y tenía que atenderlos. Sin embargo, durante el cierre provincial, no pudieron ir al banco o a la tienda en la que muchos compran desde siempre.

Los vecinos de Navamorales aseguran que, a pesar de todo, son unas limitaciones menores que se compensan con la tranquilidad y la calma con la que se vive en el pueblo. Prueba de ello es que la población se ha incrementado respecto a años anteriores y a los 51 vecinos censados se han unido otros que han optado por quedarse estos meses en el pueblo para escapar del virus en una gran ciudad.



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