La ganadería salmantina que ‘se expande’ por España

 La ganadería salmantina que ‘se expande’ por España


La sangre de Barcial ya corre por los cercados de la Dehesa Las Córdobas, en Talavera de la Reina y Mejorada (Toledo). Héctor Guerrero ha comenzado su aventura como criador de bravo y ha elegido la ganadería salmantina de Barcial. Una mezcla de valentía y romanticismo. En un momento crítico, en el que el coronavirus ha puesto contra las cuerdas a todos, él no solo apuesta sino que además elige un encaste que está denostado y alejado de las ferias. Un órdago por la distinción. Compró justo antes de que explotara la pandemia medio centenar de vacas y un semental a Jesús Cobaleda y ahora acaba de hacer su primer herradero, en el que ha marcado ya con su nuevo hierro (la silueta que marca la cabeza de un toro) una docena de erales. “De Salamanca me traje vacas de todas las edades, algunas viejas con 15, 18 años, y otras eralas, un poco de todo. Ya venían preñadas algunas… y el año que viene espero poder lidiar una novillada sin picadores”, comenta Héctor Guerrero con una voz que denota ímpetu e ilusión a partes iguales. “Lo más fácil hubiera sido empezar por lo que tienen todos, comprar alguna ganadería comercial, por llamarlo así, pero no era la idea. Al final creo que eso hace daño al aficionado y a la propia Fiesta. Ver los mismos toros con distintos collares todos los días reduce el espectáculo a un solo argumento que no beneficia a nadie”, confiesa Héctor Guerrero motivado con su nuevo reto, que llevará de forma paralela a la ganadería de manso a la que ha dedicado toda su vida.

Reconoce que ya tiene ofrecimiento de algún ayuntamiento de pueblos de Madrid para lidiar esa novillada de erales con la que quiere debutar en 2022. Eso anima y confirma que la decisión que ha tomado está en el camino acertado. “También me han llamado ya unos aficionados de los que compran toros para las calles. He notado interés y curiosidad de la gente”, dice reconfortado sabedor de que no va a ir solo en este nuevo y comprometido viaje. “Hay aficionados a los que le gusta ver un toro diferente… Es verdad que a lo mejor este tipo de animales no tiene cien pases como los que ofrecen los toros de Domecq, pero este tipo de toro tiene unas hechuras y unos pelajes muy llamativos, como no hay otro igual en toda la cabaña brava, solo con verlos salir a la plaza ya es un espectáculo. Luego tienen las peleas en el caballo y seguro que también veinte muletazos interesantes. Es otra lidia y otro comportamiento diferente, pero no por ello hay que dejarlo de lado. Es un animal que no te permite fallos, ahí está la variedad que nos caracteriza”, concreta. Y la distinción, le añado, a lo que él responde con autoridad para poner sobre la mesa sus argumentos: “Ser uno más, que todos apuesten por lo mismo, es lo que nos ha hecho culpables a todos de lo que está sucediendo en la Fiesta. Que vemos lo mismo todos los días”. Y ahí hay que incluir a todos, empresarios, ganaderos, toreros… que han limitado la tauromaquia a la mínima expresión de la fecunda y diversa variedad que le caracterizaba hace décadas. Un momento en el que los toreros marcaban las diferencias, entre otras muchas formas, imponiéndose a los toros del mayor número de encastes diferentes.



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