El origen de Pizarrales y cómo sus vecinos trajeron el agua a ‘pico y pala’

 El origen de Pizarrales y cómo sus vecinos trajeron el agua a ‘pico y pala’


En 1904 comienza la historia de Pizarrales cuando Eleuterio Hernández construye la taberna “Ventorro de la Duquesa” en la carretera de Salamanca a Villamayor, aunque no es hasta mediados de 1908 cuando los primeros vecinos comienzan a acotar unas parcelas en unos terrenos abandonados del kilómetro dos de la carretera de Ledesma. Según detalla Miguel Borrego Bermejo en el libro sobre la parroquia de Jesús Obrero “Solidaridad y Comunión” Pizarrales nace en un altozano, a 2 kilómetros del casco urbano de Salamanca. Para llegar a la ciudad había que atravesar entonces las vías del tren de la antigua línea a la frontera portuguesa, bien atravesando por el portillo o saltando los desniveles que dejaban las trincheras de la vía férrea.

El nombre del barrio viene de las pizarras, el material que se encontraba en el suelo de las cuestas y barrancos de los solares. El éxodo de los pueblos a la capital llena Pizarrales de familias que huían de las miserias del campo y que comenzaron a construir sus modestas casas con patio al margen de ordenanzas municipales y ordenaciones urbanísticas. Como consecuencia de ese carácter ilegal, el barrio careció durante medio siglo del agua, el alcantarillado o el asfalto, convirtiéndolo en una zona marginal con un elevado grado de analfabetismo. Además, la posguerra elevó los problemas con el hambre y la tuberculosis.

El agua fue la gran preocupación de los habitantes de Pizarrales. En los años 60, ya con 6.000 habitantes, en el barrio sólo existían unos caños públicos y unos lavaderos al aire libre delante de la iglesia antigua. El agua limpia para beber se recogía en cántaros o utilizando burros o carretillas para varios cántaros y el descampado que separaba el barrio Blanco de Pizarrales se usaba para los desagües.

El nombre del barrio viene de las pizarras, el material que se encontraba en el suelo de las cuestas y solares

Ante la falta de ayuda de las instituciones, los vecinos deciden acometer ellos mismos, con dinero de sus bolsillos y con pico y pala, la gran obra que llevaría el agua corriente hasta sus casas. La Junta Parroquial de Asuntos Sociales es quien se encarga de canalizar los esfuerzos del barrio para abrir una gran zanja de 2.200 metros desde el depósito de la Chinchibarra hasta el teso de los Cañones, de un metro de profundidad y 60 centímetros de ancho. Un millar de vecinos se organizaron en turnos de 200 y 300 personas para realizar la zanja y cada uno puso 1.000 pesetas de entonces para costear el millón de pesetas de la obra. Este hito solidario está registrado en los anales del barrio que aún guarda la relación de nombres de los vecinos, calle por calle, que lograron con su esfuerzo físico y económico que el agua llegara a Pizarrales.

Durante más de un año tuvieron que picar 12 kilómetros de tuberías, pero finalmente el esfuerzo dio sus frutos y el 6 de octubre de 1963 se inauguró el depósito con una gran fiesta con verbena incluida. Los vecinos aún recuerdan cómo los niños entraban y salían emocionados de las casas al ver cómo salía el agua corriente de los grifos. El gobernador civil de la época, Otero Aenlle, junto con el alcalde Julio Gutiérrez y el representante del obispo acudieron a la inauguración del depósito, sorprendidos por el ejemplo de unión y esfuerzo vecinal.

En Pizarrales -al igual que sucedió en otro barrio humilde como Puente Ladrillo-, la parroquia y sacerdotes como Jesús García jugaron un papel fundamental en el desarrollo de la zona. Los vecinos de Pizarrales tuvieron que esperar a la llegada de Julián de Diego y García Alcolea a la diócesis salmantina para que finalmente el 1 de junio de 1915 la construcción de la iglesia de Pizarrales se hiciera realidad con la colocación de la primera piedra. Fueron los propios vecinos -muchos ellos sin trabajo o con empleos muy precarios- los encargados de levantar este modesto templo que también hizo las funciones de escuela. Sin embargo, el espectacular crecimiento que sufrió Pizarrales durante las primeras décadas del siglo XX hizo necesaria la construcción de un nuevo templo en el barrio. Muchos aún recuerdan las comuniones en la calle ante la falta de espacio. La colocación de la primera piedra en 1950 de la iglesia nueva coincidió en el tiempo con el inicio de la construcción por parte del Patronato Benéfico “Nuestra Señora del Carmen” del segundo grupo de viviendas del barrio: 230 casas para un barrio con un crecimiento imparable.



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