El barrio salmantino que nació ligado al ferrocarril

Puente Ladrillo es un barrio cuyo origen está íntimamente ligado al ferrocarril. De hecho, el nombre del barrio procede del puente sobre la vía del tren —construido con ladrillo macizo procedente de la fábrica “La Cerámica Salmantina”— que constituyó la primera obra de importancia, fechada en torno a mayo de 1889, dentro de la construcción de la línea de ferrocarril de Ávila a Salamanca. El puente tenía entonces la misión de dar continuidad al Cordel de Merinas (actual calle de Nueva Guinea) hasta conectar con Calzada de Medina.

Sin embargo, doce años antes de la construcción del puente de ladrillo, el barrio comienza a germinar tras la llegada del primer tren a Salamanca y la puesta en marcha de la línea Medina del Campo-Salamanca. La gran cantidad de mano de obra que precisaba el ferrocarril y la construcción de los talleres en esa zona, hizo que los empleados del nuevo medio de transporte comenzasen a construir sus casas en los terrenos colindantes.

El barrio fue creciendo con aquellos vecinos que trabajaban en los diversos oficios ferroviarios: peones, obreros de la vía, fogoneros, maquinistas, guardagujas, capataces de maniobras… que acudían diariamente a su trabajo. Muchos de ellos se despertaban con el sonido de “la burra”, una especie de bocina de vapor que sonaba en los talleres de Renfe.

Así lo cuenta Javier Molina, historiador, jefe de distrito y vías de Adif y nieto de ferroviario que se ocupaba de cargar el carbón para las locomotoras de la Compañía del Oeste. “Mi abuelo compró en 1932 a un señor de Cabrerizos una parcelita para hacer su casa en la que ahora se llama calle de Las Dunas y donde yo me trasladé a los pocos días de nacer”, rememora Molina, que recuerda a un sinfín de vecinos que contribuyeron con su trabajo a la creación del barrio: el señor Boni, obrero de vía; Benigno, capataz de maniobra; Neceto, peón de talleres; Cándido, peón de suministros; El “Piño”, maquinista de vapor; el señor Jacinto, enganchador; Ángel “Kubala” y Pepe “el conejo”, guardagujas; Deogracias y Agapito, del muelle de mercancías; Bernardino, maquinista o Manolo “el guarda”.

De hecho, hay numerosas referencias ferroviarias en la zona más antigua del barrio de Puente Ladrillo: desde la calle de los Ferroviarios hasta la avenida de Juan Manso, un jefe de depósito de máquinas de vapor que mandó construir dos pequeñas fuentes de agua corriente cuando ésta era inexistente en las casas y con las que abastecía al vecindadario. Una de las fuentes se ubicaba en la confluencia de la avenida de Juan Manso con la calle Fuenteguinaldo y la otra en el parque cercano al puente.

El puente de ladrillo que da nombre al barrio aún sigue en pie 132 años después pese a haber sufrido en la Guerra Civil el bombardeo del Ejército Republicano. Fue el 18 de diciembre de 1936 cuando diez aviones efectuaron a las ocho y media de la mañana un ataque simultáneo sobre la estación de tren de Salamanca. Una de las bombas iba dirigida contra el puente de ladrillo pero no alcanzó su objetivo, matando a tres vecinos de una vivienda cercana a la vía.

El barrio original de Puente Ladrillo estaba circunscrito a una zona comprendida entre la confluencia de las calles Juan Manso y Ferroviarios por el este y la calle Nueva por el oeste (trasera del taller de Renfe). Por el norte limitaba con la avenida de Jesús Arambarri y por el sur, la línea de tren a Ávila. Fue entre los años 1988 y 2002 cuando Puente Ladrillo empieza a crecer y se incorporan primero los grandes bloques de viviendas de las calles Jamaica, Nueva Guinea y Nueva Zelanda y las más recientes, en la zona de los Toreses y Fortis y Fortunio.

Puente Ladrillo ha pasado de ser apenas un poblado a un gran barrio residencial con centros educativos, dos grandes parques como son el Tomás Bretón y el de Ciudad Rodrigo, y para el verano del año que viene estrenará una de las más modernas residencias de mayores de la Junta en Castilla y León.