Aguas mil

 Aguas mil


Todavía no hace mucho, cuando la vida de nuestros pueblos era muy dependiente del campo, tenían un valor especial los refranes populares, que anunciaban certeramente los acontecimientos y los tiempos ligados al campo. Así era bien conocido el refrán: “en abril aguas mil, aunque caben todas en un barril”. Y había otro refrán referido también al agua del mes de abril: “marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso”.

Las aguas de primavera eran, por tanto, una bendición de Dios, es decir, venían a ser como agua en mayo. Con todo, a veces fallaban los refranes, y la lluvia no llegaba a tiempo, y se dejaban sentir las sequías, y no estaban a su tiempo los frutos del campo. La falta de agua suponía un mal año, incluso año de hambre, dada la falta de los productos alimenticios de nuestros campos y tierras, situación que afectaba incluso a los animales que eran también necesarios para una suficiente y correcta alimentación.

Un problema de los últimos tiempos es que las sequías suelen ser más frecuentes y prolongadas. Y esto lleva consigo, además, la llegada de tiempo en tiempo de fuertes temporales, con tormentas que a veces arrasan los campos junto con sus frutos, o causan daños incalculables en las edificaciones situadas junto al mar o a los ríos, que normalmente suelen andar escasos de agua.

El agua es, pues, un bien inestimable, si cae bien y a su tiempo. Pero hoy va habiendo, también entre nosotros, cada vez mayor escasez de agua, que lleva consigo la transformación de nuestros campos en verdaderos desiertos. Así, el agua va siendo cada vez más un bien precioso y codiciable. Hay quien afirma que las próximas guerras entre pueblos o grupos humanos serán precisamente debidas a la lucha por la posesión del agua. Y algunos han puesto ya para el agua, como bien del futuro, un valor de cotización en bolsa.

La biblia habla de los ríos del jardín del Edén. Ríos que hacían fecundas sus orillas. El agua del Mar Rojo dejó paso libre a los israelitas para librarlos de la esclavitud de los faraones de Egipto. Mientras que anegó en sus profundidades al ejército egipcio. Y , desde entonces, el agua ha venido a ser signo de muerte (para unos) y signo de vida (para otros). En el desierto, Moisés hizo salir agua de la roca para saciar la sed de los israelitas. Éstos tenían ya la experiencia del diluvio, que anegó en sus aguas a los perversos, dejando salvos solamente a Noé y su familia, que habían sido fieles a los mandatos de Dios.

El profeta Elías hizo que no hubiera lluvia durante tres años, con lo cual Dios castigaba el mal comportamiento de los israelitas. A los tres años, hizo que el agua volviera con regularidad.

El tiempo nuevo de la llegada del Salvador quedó marcado por el agua del río Jordán, en el cual Juan bautizaba a los que se convertían, y en el que bautizó al mismo Jesús, el salvador, con lo que el agua adquirió el valor del nuevo bautismo que, a los que lo reciben, los une a Cristo y entran en el camino de la salvación. De ellos dice Jesús que de sus entrañas brotarán raudales de agua que salta hasta la vida eterna, es decir, el agua del Espíritu Santo.

Del costado de Jesús, a la hora de su muerte salvadora, brotó sangre y agua y, con ello, nacieron los sacramentos del bautismo y la eucaristía, con lo que se completaban los instrumentos salvadores de su Iglesia.

El lunes pasado hemos tenido en Salamanca una celebración ligada al agua, en concreto a la de nuestro río Tormes. Es la celebración llamada del lunes de aguas, que marcaba en la historia la llegada del tiempo de pascua, que dejaba atrás las austeridades de la cuaresma y volvía al tiempo feliz de la pascua de resurrección. Aunque tuviera poco que ver con el sentido cristiano y evangélico. Y así sigue hasta hoy.

En nuestros tiempos, tenemos que comprometernos todos, también los cristianos por supuesto, con el cuidado de los bienes de la naturaleza, teniendo una atención especial a los tesoros del agua. Que por cierto cubre la mayor parte de nuestro planeta, el 70%. Si cuidamos el agua, estaremos cuidando la parte mejor de nuestro mundo habitable, y podremos contar con un futuro sostenible.

Y hasta con la salud de nuestro cuerpo, que está compuesto en su mayoría por agua. Veamos: El cuerpo humano está compuesto en un 60 por ciento de agua, el cerebro se compone en un 70 por ciento de agua, la sangre en un 80 por ciento y los pulmones se componen en un 90 por ciento de agua. Las propiedades del agua son muy importantes para la vida. Las células de nuestros cuerpos están llenas de agua.



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